Opinión

El padre de la derrota

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9 de octubre de 2018, 6:00 AM
9 de octubre de 2018, 6:00 AM

A principios de septiembre, Carlos Mesa dijo que el padre de la demanda marítima es el presidente Evo Morales, por la decisión política de ir a La Haya, luego a Mesa le llegaría la amnistía. Hoy, se lo puede calificar a Evo como el padre de la derrota en La Haya por el desastre jurídico que posterga nuestras aspiraciones de reivindicación marítima. La carencia de un cuerpo dirigente estructurado, honrado y capacitado sigue siendo un mal crónico para la estabilidad y el desarrollo del país; no habrá destino nacional asegurado si continuamos así, con caudillos que toman malas decisiones sin medir las consecuencias ante la falta de preparación intelectual.

Según la carta de las NNUU, en el arreglo pacífico de controversias internacionales se aplican algunos métodos o estrategias, como el diplomático, el político y el judicial; en los dos primeros el gobierno se aplazó y en el tercero fue un desastre porque la defensa se respaldó en hechos históricos sin previos arreglos bilaterales ni previas negociaciones históricas documentadas, aspectos observados por la Corte que les bastó para rechazar la demanda boliviana.

El fallo pone en evidencia una ausencia de clase dirigente capacitada, no se sabe quién ni dónde se discuten los problemas prioritarios del país, ni quién manda. Si bien es cierto que hay otras alternativas para la solución del conflicto, amparadas por la carta de las NNUU, está descartado hacerlo con la actual coyuntura política, porque aún si el resultado de La Haya hubiera sido favorable a Bolivia, Chile jamás habría negociado con el actual gobierno; pero lo hará más adelante, cuando Bolivia se desempeñe como el Heartland geopolítico de Sudamérica a través de un papel cohesionador de dinamismo económico o locomotora de crecimiento para robustecer al país y entrar con fuerza a la arena internacional, definiendo propios desafíos desde el fortalecimiento de la democracia, pasando por todos los factores del poder nacional hasta llegar a la recuperación de las fuerzas espirituales de nuestra sociedad, evitando el riesgo de quedar absorbidos por preocupaciones internas.

Chile, en su afán de mantener su hegemonía regional, pretende ‘neutralizar’ a Bolivia sometiéndola a la necesidad de usar sus puertos, sobreponiendo sus objetivos de Estado sobre los nuestros. Preocupa que los mandatarios, luego del fallo de La Haya, decidan hablar sobre el uso de ‘otros puertos’ a manera de reacción mediática y no como política de Estado; estos puertos deben ser puestos en vigencia como principales, los que salen al Atlántico y alternos, los que salen al Pacífico, excepto Ilo como puerto principal. Este emergente proyecto geopolítico, que estaba postergado, será el que marque la hoja de ruta para la evolución del país, que nos permita sentarnos a concertar con Chile en mejores condiciones, empleando los mecanismos de conciliación, buenos oficios, arbitraje o arreglos regionales para la solución pacífica de la controversia entre ambos Estados.

Finalmente, las élites criollas deben cohesionarse como grupos de interés para desplazar a esa minúscula y antipatriótica ‘criptocracia’ que orientaba sus esfuerzos hacia donde le daba la gana en el tema marítimo.

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