Opinión

Ensombrecido festejo

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25 de septiembre de 2018, 4:00 AM
25 de septiembre de 2018, 4:00 AM

No se recuerda, en 36 años de democracia, que se hubiera impedido que el ciudadano cruceño pueda llegar a la plaza 24 de Septiembre. Decenas de policías madrugaron este 24 de septiembre con la consigna de sacar a quien no fuera autoridad o periodista del corazón de la ciudad. Ese acto, absolutamente antidemocrático, ensombreció esta jornada, que debió ser de celebración y de exaltación de la frase que dice: “¡Siempre libres cruceños seamos!”

Los festejos septembrinos estuvieron altamente politizados. Por un lado, por el descontento social que rechaza la reelección del presidente; por otro, por la electoralización anticipada del país que es determinada por las elecciones primarias de los partidos, que se realizarán en enero.

Los discursos y las acciones estuvieron, entonces, teñidos de promesas altisonantes de obras millonarias por parte de los gobernantes. También se puso en evidencia, una vez más, la cercanía política entre el alcalde de Santa Cruz de la Sierra y el presidente Evo Morales; mientras el gobernador estuvo ausente en las primeras jornadas y reapareció durante el desfile cívico del domingo para demandar que continúe la defensa de la democracia y del 21-F en las calles.

A su vez, las plataformas ciudadanas, que habían prometido manifestarse en todos los lugares donde estuviera el presidente, no se hicieron sentir ni en la periferia urbana ni en las provincias, pero sí salieron a las calles el 21 y el 24 de septiembre, aunque en ambas ocasiones se encontraron con el cerco de uniformados que impidieron su avance tanto a la Feria Exposición como a la plaza de armas.

Lo que queda claro es que hay gobernantes a los que les incomoda la ciudadanía. Por un lado, vemos a un alcalde que aparece en público solo si está rodeado de un cordón de gendarmes que lo alejan de la población; por otro, vemos al presidente y al vicepresidente que deben recurrir a la fuerza pública uniformada para impedir el paso de la gente que, otrora, era libre de presenciar los actos de la efeméride, de vestir como eligiera y de expresar su punto de vista con libertad. La escena vista ayer en el centro urbano recuerda el cerco permanente a la plaza Murillo, en la sede de Gobierno, donde no pasan todos, sino los elegidos por el poder.

La necesidad de refugiarse en cercos uniformados es una señal llamativa que deberían tomar en cuenta los gobernantes, ya que pone en evidencia su aislamiento de la realidad y del pueblo, que ya está harto de ser usado en elecciones y olvidado cuando su voz deja de ser conveniente.

Mientras tanto, en Santa Cruz debe prevalecer la rebeldía y el espíritu libre que caracteriza a sus moradores. El cerco policial que expulsó a los ciudadanos de su plaza principal no debe volver a ocurrir y quienes lo ordenaron tendrían que disculparse con este departamento por semejante torpeza.

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