Opinión

Están orgullosos de su justicia

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27 de septiembre de 2018, 4:00 AM
27 de septiembre de 2018, 4:00 AM

Nosotros estamos aterrados y deprimidos. Las confesiones sobre lo realmente sufrido por el pequeño Alexander y sobre el juicio realizado por su muerte nos han golpeado. No es fácil aceptar que haya llegado a ese nivel el país que tenemos y que amamos.

Un ministro, con cara de yo no fui, se siente genial cuando dice que es una sentencia sin fundamento. Mentira y simpleza. No es una, ni es sentencia, ni es sin fundamento. Son muchas, son demasiadas las sentencias criminales que, una tras otra, condenan a inocentes y nos condenan a los ciudadanos a la peor inseguridad.

No es sentencia. Es un juicio, es un proceso, es un sistema enteramente absurdo, contra todos los principios legales y contra toda norma. Un sistema en el que es posible un juicio sin pruebas, sin investigación, sin transparencia, sin independencia, sin plazos racionales, sin inteligencia, sin procedimientos civilizados y sin jueces honestos. Es el sistema de justicia que ustedes, ministro, han construido ladrillo a ladrillo. El 70% votamos en contra.

Por último, hay fundamento. El fundamento es que los jueces no administran justicia, sino obedecen y sirven al gobierno. Los buscan para eso, les encomiendan eso y los manejan así. Los jueces temen a infinidad de funcionarios mediocres que pierden la razón ante el malestar del jefe y ante la ambición. Ustedes, ministro, son el fundamento.

La desgracia de Alexander empieza cuando nace en una familia abandonada de la sociedad. No sirvió la escuela nunca para cultivar la inteligencia, ni las capacidades, ni los valores humanos de sus padres, abandonados como millones de nuestros compatriotas. Luego, para suplir la familia y el hambre, cae en un hogar de niños más frío que el hogar sin fuego de sus padres. Ahí empieza su muerte, pero lo matan violentamente, en lugar de matarlo poco a poco, como a los demás niños.

Con todo, su breve vida ahora se vuelve fecunda. Su desgracia nos muestra por dentro esta patria nuestra y nos llena de coraje para cambiarla. Nos descubre el nivel delincuencial de los protagonistas de esta historia, desde las más altas autoridades, hasta los más sencillos servidores. Reparten los cargos a amigos y amantes, aunque cueste vidas. Mienten, manipulan la verdad, engañan, ejercen de lo que no saben, dan órdenes que no deben. Delinquen, no uno, sino todos los jueces del tribunal. Delinquen ministros. Delinquen investigadores y forense. Quizás el peor parado en este proceso sea el Ministerio Público. La Fiscalía es culpable del absurdo. Es la mensajera tonta de las angustias gubernamentales. Es la que guía y embarra a cada paso el juicio. Hasta cuando se destapa el desastre, contra la ley y la razón, corre a castigar al que nos descubre la podredumbre.

La jueza pudiera desvariar, pero su sola presencia en un tribunal es confirmación de que los votos blanco y nulo de aquellas célebres elecciones judiciales estaban plenamente justificados. Es demostración de que se está matando la justicia y se está destrozando la patria. Es muestra de lo hecho por el MAS con el poder judicial. Es testigo del nivel a que hemos llegado, aunque no es indicio del nivel al que podemos llegar.

Que no se sorprendan, ni se escondan, ni pongan cara de inocentes ¿Por qué prohibieron investigar a los periodistas? ¿Por qué amenazaban? Ahora sabemos qué traen entre manos, sabemos por qué lo escondían.

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