Opinión

Evo, de ignorancia y fobias personales

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24 de mayo de 2018, 4:00 AM
24 de mayo de 2018, 4:00 AM

¿Dónde y por qué viven y se visten así? fue la pregunta cargada de asombro que me hacía Florita al ver, por vez primera, una pantalla de televisión proyectando Ben Hur, la clásica película de genero épico producida en 1959. Lo que ocurría en la caja mágica sobrepasaba sus posibilidades de comprensión, dado el limitado mapa mental y de conocimientos que le impuso una vida de privaciones. Adolescente y con apenas dos años de instrucción, llegó en 1983 a la sede de Gobierno de una provincia altiplánica. 

La evocación de este hecho no es casual. Proporciona elementos para el análisis del lamentable discurso presidencial en ocasión de realizarse el primer encuentro internacional de maestros de Latinoamérica. Evo no solo ironizó al confesar muy suelto de cuerpo que su padre “entregó un cordero a su maestro para que pasara a octavo curso”, sino que recordó que “antes” la “educación estaba prohibida para el movimiento originario indígena, a los que aprendían a leer, les sacaban los ojos y los que aprendían a escribir les cortaban la mano”. 

No corresponde reaccionar visceralmente ante semejante torpeza. Al contrario, urge indagar el por qué y los efectos de un discurso recurrente  que combina ignorancia, demagogia y un cúmulo de resentimientos que no ha podido digerir en el plano personal y subjetivo. Pese a su astucia e inteligencia intuitiva, Evo tiene trastocado el sentido del tiempo y del espacio respecto a los milenios que marcaron la accidentada historia y evolución de la humanidad. Su mensaje, lejos de abrir un horizonte pedagógico para entender el presente y proyectarnos al futuro, deforma los hechos y coloca sal a las heridas que la memoria larga de una historia colonial arrastra y que el mal llamado proceso de cambio pudo cicatrizar. 

Con su narcisismo y la machacona referencia a un “antes de él oprobioso” congela la historia, alude a sus villanos, los de ayer y los de ahora. Niega el efecto acumulativo de avances registrados durante el siglo XX y en una joven democracia que lo incomodan y sataniza de modo caricaturesco. Pese a contar con un entorno de eruditos con probado exceso de neuronas, Evo lanza una gran mentira o una seguidilla de medias verdades con tal ligereza que ya ni sorprende. 

A estas alturas, la victimización y la confrontación ya no le funcionan. Aunque preocupa su incapacidad de diferenciar con mayor objetividad su propia experiencia de vida y los problemas de la Bolivia contemporánea.  Por ello, no debiera extrañar ni ser motivo de burla escucharlo decir que “nuestros antepasados” derrotaron a “los imperios inglés y romano”. Con algunos matices, al igual que Florita, es prisionero de limitaciones cognitivas y emocionales que marcan su historia de vida.

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