Opinión

Gastón, ¿usted también?

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3 de marzo de 2019, 4:00 AM
3 de marzo de 2019, 4:00 AM

Había dejado de manejar su propio vehículo, no por una cuestión de edad, sino por el terror que le provocaba el tráfico en esta enloquecida ciudad de Santa Cruz de la Sierra. Es cierto, nuestro eterno jefe Gastón Requena tenía ya 81 años, pero nada en él llevaba a sospechar que había pasado ya la casa de las ocho décadas. Lúcido, vivaz, más ágil que muchos de los que fuimos sus discípulos en las salas de redacción que tuvo a su cargo, podía perfectamente manejar su vehículo si quisiera. Pero había preferido dejarlo de lado. El tráfico le espantaba. No se sentía seguro. Por los otros, no por él. Así que había optado por echar mano de un taxi, cuando su hija Liliana no hacía de chofer para llevarlo a la Red Uno, su amado lugar de trabajo en los últimos veinte años.

Lúcido y vivaz, mi eterno jefe. Así lo imagino la tarde del viernes, saliendo feliz del canal, después de su jornada diaria como asesor general de Prensa, dispuesto a hacer una rutina simple, una compra cualquiera, y luego tomar el taxi, sentarse como siempre al lado del chofer, y no ver la hora de llegar a su casita. ¿Qué hora era, jefe querido? ¿Seis y media de la tarde, tal vez las siete? ¿Qué charla fue la última que lo animó en ese momento, tal vez un motivo para reír? ¿En qué instante cambia todo por una imprudencia que se mide en milésima de segundos y que se lleva una vida, su vida, mi jefe querido? Digo mi jefe, con el permiso de mis colegas de Red Uno, aunque en realidad ya no lo era desde 1987. Bien saben todos que nunca dejó de serlo. Mi primer jefe. Mi gran jefe de redacción.

Casi puedo imaginar la mueca de dolor de Gastón en ese instante. El inevitable recuerdo, que me trae Marcos Montero a la memoria, de la trágica muerte de la eterna compañera de Gastón, Estela Zeballos, atropellada en la misma doble vía a La Guardia, casi en el mismo lugar, el 25 de mayo del año pasado. ¿Cómo no iba a tener terror Gastón a este tráfico infernal al que nos estamos acostumbrando, como si fuera una fatalidad imposible de revertir? Hago cuestión de hurgar esa herida, con las disculpas que merecen los cinco hijos de Gastón, para ver si el espanto es capaz de sacudirnos de la apatía y hasta anomia social que nos impide encarar con seriedad, de una vez por todas, una solución integral al gravísimo problema que plantea hoy la inseguridad vial en Santa Cruz y en el país.

Hace dos semanas, este tema fue tratado por especialistas en un curso auspiciado por la CAF y el Banco Mundial, con el apoyo de la Iniciativa Transformativa de Movilidad Urbana y la Fundación Despacio. En la oportunidad entrevisté a Sofía Salek. Y el viernes, cuando lloré la muerte de mi jefe Gastón, no pude sino recordar cada palabra dicha por Sofía. Que 90% de los hechos de tránsito ocurren por imprudencia humana. Que la inseguridad vial provoca tres veces más muertes que la inseguridad ciudadana. Que cada muerte en accidentes de tránsito es una muerte prematura. Es un sueño que se trunca. Es una familia que se daña, que queda mutilada para siempre. Y más: que todas esas muertes, todas, son evitables.

Gastón, a sus 81 años, estaba lúcido. Ágil. Trabajaba. Era útil. En la Red Uno lo van a echar de menos. Sus hijos lo van a extrañar. Sus nietos le echarán de menos. ¿Cuántos jóvenes periodistas se quedarán sin el goce de sus enseñanzas? Hablo de Gastón. Pero son tantos. Tantos que no caben en estas palabras. Ni en un corazón. De mi corazón hoy sale apenas un deseo, que Gastón no pase a ser una cifra más en las trágicas estadísticas de tránsito. Su muerte es un campanazo para recordarnos que hay un tema pendiente, un problema que nos agobia a tantos y nos llena de pavor. Y digo mal. El problema no es el tráfico. Este no tiene vida. Somos los conductores los que estamos mal. Nosotros y más.

Digo nosotros y más, porque queda claro que no basta asegurar educación vial para los que están al mando de los vehículos. Urge una labor coordinada entre todos los actores que tienen que ver con la seguridad vial: ministerios de Transporte, Salud, Educación y de Economía; Tránsito; Alcaldía; transportistas y asociaciones de maestros, de padres de familia y de estudiantes. Un apunte más en el caso de Gastón: tal como ocurre en casi todos los incidentes de tránsito y otros, y de acuerdo a los datos recogidos por Red Uno, los servicios de emergencia tardaron en llegar y no actuaron con la inteligencia necesaria.

 

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