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12 de febrero de 2019, 4:00 AM
12 de febrero de 2019, 4:00 AM

No me refiero a la increíble saga de George R.R. Martin. Más de mil páginas describiendo entre fantasías la sórdida lucha por el poder en una época muy parecida al medioevo. Fácilmente uno prefiere los tiempos modernos al salvajismo de la lucha de espadas.

Ahora el juego de tronos se disputa a través de los medios de comunicación con campañas y en la red internet con ‘fake news’. Nada que el siglo XX no haya visto, pero potenciado por las redes.

Ya Lenin hablaba del periódico como el organizador de clase y los nazis crearon el ministerio de la propaganda.

Ahora bien, el MAS hace su juego a través de las obras que va entregando y del Sistema Único de Salud. Conforme se acerquen las elecciones se verá si funciona. Con la consigna lo mejor está por venir, el oficialismo busca que la mayoría de los bolivianos vuelvan a apostar como en el pasado lo hicieron.

En cambio, la oposición no muestra ningún programa. Lo suyo está destinado a desgastar al Gobierno tratando de empatarlo con Venezuela. La permanente reiteración de que vivimos en una dictadura, que habrá fraude electoral, que el Tribunal Supremo Electoral es masista intenta abrir el paraguas por si el evismo gana. El sueño de los opositores es que la comunidad internacional cerque a Evo como lo hace hoy con Nicolás Maduro.

Otro grupo de opositores cree que si hay unidad de todos los partidos anti-Evo podrían triunfar incluso en la primera vuelta. Para ello están ofreciendo el oro y el moro a los posibles otros candidatos para que se retiren.

No la tienen fácil. Primero, no son muchos los cargos que pueden ofrecer para todas las ambiciones y Carlos Mesa sabe, mejor que nadie, que las megacoaliciones llevan al chantaje permanente y a tener que pasar maletincitos con dólares a los legisladores como habría ocurrido en el pasado.

Los verdes la tienen difícil: cogobernar con Mesa es postergar sus aspiraciones de federalismo. Y ceder terreno en el único bastión donde tienen algo de apoyo, que es Santa Cruz de la Sierra.

Y los partidos chicos casi no cuentan. Tal vez con la sola excepción de los evangelistas bolsonaristas que apoyan a Víctor Hugo Cárdenas. Y me resulta difícil pensar en los movimientistas apoyando a Mesa. Usted ya sabe por qué.

El MAS cometió el error de hablar del millón de militantes. Pero tiene 400.000 firmes. Es una fuerza muy grande.

La fortaleza, en cambio, de la oposición es su carácter ‘clasemediero’, lo que será muy importante en las ciudades.

A estas alturas del partido de algo debemos estar convencidos: nadie se puede considerar seguro. Así es el juego de tronos.

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