Opinión

La China que volví a ver décadas después

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3 de junio de 2018, 4:00 AM
3 de junio de 2018, 4:00 AM

Probervio chino: Si quieres un año de prosperidad, cultiva granos. Si quieres diez años de prosperidad, cultiva árboles, si quieres cien años de prosperidad, cultiva gente. Los chinos aplicaron al pie de la letra dicho proverbio porque en menos de una centuria, con más de 1.300 millones de ciudadanos, se convirtieron en el país más poblado del planeta y, como para  ponerse a tono, tras un crecimiento fulgurante, convirtieron su economía en la segunda mayor del mundo, por ahora solo superada por EEUU.

Dos décadas le bastaron al gigante asiático para reconvertir su economía y pasar a encabezar el crecimiento en ese continente, desbancando a Japón. La gran metamorfósis se produjo a partir de 1990, aunque el éxito económico empezó en los años 70 con una serie de reformas en favor del mercado tras la muerte de su lider Mao Tse Tung en 1976. Las primeras medidas afectaron a la agricultura, el sector más importante de aquel entonces. El lanzamiento de la Estrategia de Desarrollo Costero, a finales de los 80 y principios de los 90, favoreció la creación de núcleos industriales exportadores, en los que se ofrecían ventajas a los inversores extranjeros con el fin de facilitar la transferencia tecnológica.

En los 90, China apreta el acelerador. Con la apertura de la Bolsa de Shanghái,  implanta un hito que precede a un periodo clave ya que se profundiza la reestructuración y privatización de las empresas estatales y comienza a ganar peso en Asia y en el mundo. 

Llegué por primera vez a China cuando imprimía sus acelerones iniciales.  Recuerdo como novedad unos desfiles de Pierre Cardin en la plaza Tiananmén  de Beijing, una tienda exclusiva pero con poco que ofrecer a los turistas, la visita infaltable al mausoleo de Mao, a la Ciudad Prohibida, a la Gran Muralla y a los suntuosos templos budistas.

No olvido los serios problemas en las comunicaciones y los primeros grandes hoteles con deficientes servicios que bordeaban amplias e interminables avenidas aunque poco iluminadas mientras los chinos fumaban...como chinos. Lo siguen haciendo pero no hay colillas ni otros desperdicios en la vía pública. Aquella vez, antes de la medianoche, cero transporte público. Como sucede todavía aquí cuando llueve y medio se anegan las calles. Ni taxis, ni micros, ni metro, ni bicicletas... Pero poco importaba porque no parecía haber sitio recomendable, ni cerca ni lejos, donde ir a cambiar de aire, a comer algo, a compartir un trago o disfrutar de algún espectáculo. 

He vuelto décadas después y he quedado boquiabierto con el portentoso salto chino a la modernidad, recorriendo sus principales y enormes ciudades que poco y nada tienen que envidiar a las principales urbes mundiales con su ajetreo cotidiano, sus grandes edificios, sus impecables carreteras, sus trenes de alta velocidad y túneles de hasta 10.000 metros de largo atravesando el vientre de las montañas, así como espectaculares viaductos y puentes colgantes 'made in China'. Tiempos y hábitos han cambiado y por eso el registro de una burbujeante actividad nocturna con de todo y para todo, en medio de una sensación de seguridad permanente en cualquier sitio que sea visitado. Desde hace rato están presentes, en lujosos y concurridos centros comerciales, las más reconocidas firmas de la moda internacional y también es posible observar circulando por doquier lo último en cuanto a marcas y modelos automotrices.

Una de las claves del despegue de China: Junto a la apertura gradual, el socialismo como sistema pero con particularidades propias que le han permitido complementarse sin mayores traumas con el capitalismo y el libre mercado.  Otra  de las recetas parece haberse aplicado con resultados eficaces: Prohibido meter la mano en la lata. La tentación tiene alto precio. La reducción de la pobreza es otra de las metas prioritarias a corto plazo. A los chinos no les arrebata el sueño el liderazgo mundial tanto como consolidar, paso a paso, su propio bienestar.

No todo es una taza de leche pero China avanza a ritmo incontenible y su influencia se deja sentir, de distintas maneras, a lo largo y ancho del planeta.

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