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14 de diciembre de 2018, 4:00 AM
14 de diciembre de 2018, 4:00 AM

Un reconocido articulista financiero del New York Times, Andrew Ross Sorkin, planteó que las empresas, en estos tiempos, se encuentran en una marcada disyuntiva: o contribuyen a la sociedad (con una menor huella de carbono) o se arriesgan a perder nuestro apoyo económico (mercado y competitividad). La cita no deja de ser importante ya que pone en evidencia aquella cultura económica basada en la histeria corporativa de generar ganancias trimestrales a toda costa, pasando por alto los problemas medioambientales, sociales y cambio climático que, en el largo plazo, sin duda tendrán un impacto financiero negativo muy alto y perfectamente cuantificable en desmedro de las compañías.

La Unión Europea aprobó un paquete sobre economía circular, en los pasados meses, que exige la reutilización de productos que se fabrican para minimizar el impacto de contaminación. Por su parte, la Cámara de Comercio de Estados Unidos, también apoya a las empresas en el desarrollo de economías circulares, al igual que China, que ha desarrollado políticas agresivas de reutilización y reciclaje junto a una legislación en torno a la economía circular.

Sin embargo, varios estudios académicos sobre economía circular plantean que lamentablemente, las empresas deben enfrentar desafíos complejos cuando se trata de diseñar, gestionar e implementar una estrategia de economía circular.

Se podría identificar cuatro barreras: primero, la imposibilidad de acceder a productos (desechados) que podrían ser renovados o reciclados; segundo, la baja rentabilidad del reciclaje de sus productos (ausencia de infraestructura y cultura del reciclaje); tercero, los productos de las empresas no estarían diseñados con un propósito circular, sino más bien estarían pensados para una economía lineal (de uso y deshecho) y; cuarto, los clientes aún no estarían percibiendo un valor de los productos restaurados o remanufacturados.

La visita de un experto en economía circular, en días pasados a nuestro país, Gonzalo Muñoz de la empresa Triciclos (tres ciclos) nos mostró una realidad preocupante y un desafío muy grande, a la vez, si queremos, en un tiempo corto, mantener un equilibrio entre producción, consumo y reciclaje.

Para Muñoz, “la basura es un error de diseño” y lo es porque mucha de ella, es producida solamente para un solo uso, generando un impacto negativo muy alto en nuestro, ya de por sí, delicado equilibrio medioambiental.

Baste un ejemplo de este error de diseño. Me tocó viajar con Gonzalo en el avión y compartir fila de asientos. Cuando la azafata nos ofreció una bebida, él no quiso nada, pero yo pedí un vaso con agua. Recibí el vaso de plástico con una pequeña bombilla. De un sorbo me bebí el agua y, luego, me di cuenta de que había contribuido con mi cuota de contaminación con un vaso de plástico y una bombilla, también de plástico, que irían a parar en una bolsa de plástico con toda la basura de los pasajeros, muy probablemente a otro montón de bolsas plásticas con productos utilizados ¡una sola vez!

Ahí es cuando uno cae en cuenta del ciclo de la economía circular. Que parte desde el operador, ofrecer vasos desechables de un material compostable, no pedir o usar productos ridículamente inservibles como una bombilla de plástico y, tercero, tener un plan de gestión de separación de la basura para su correcto reciclaje. Una economía circular. Básica, pero circular al fin.

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