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24 de junio de 2018, 4:00 AM
24 de junio de 2018, 4:00 AM

Un despacho de Erbol informa que al segundo hombre del Ejecutivo le da rabia (sic) cuando escucha “Bolivia dijo No”, especialmente, si es en coro de miles, como ocurrió en la inauguración de los Juegos Sudamericanos. Recuérdese que la frase resonó tan atronadora en las graderías del estadio cochabambino que el presidente renunció a pronunciar su discurso y optó por desaparecer raudo del costoso y vistoso escenario en el que aspiraba deleitarnos con una de sus legendarias arengas.

Que el ‘vice’ se ocupe del tema, refrescando y reviviendo el bochorno que atormentó aquella noche a la cúpula del poder, es señal inequívoca de que la molestia persiste, quemante y dolorosa, en la memoria de su superior jerárquico, quien parece estar clamando reparación y revancha por el sofocón. No se explica de otra manera que el ‘vice’ se haya despachado una pieza tan lacrimosa y forzada al comparar lo ocurrido con la injuria que sufre una familia cuando el borracho de la esquina se cuela en la fiesta de matrimonio de su hija y empieza a armar el desparramo. Alimentándose del sentimentalismo que espera suscitar, el ‘vice’ diagnostica que “quienes dicen ‘Bolivia dijo No’ son unos envidiosos y resentidos”.

¿Envidia de qué Sr. vicepresidente? ¿Qué enojo o tristeza por algo que no tenemos -y que tendría el Gobierno- expresamos quienes sumamos mayoría que cerró las puertas de la legalidad y la legitimidad a la reelección, en el referendo constitucional de 2016? Se puede sentir enojo o tristeza, pero jamás envidia, al reclamar que se cumpla la Constitución y se acate la voluntad soberana del pueblo. Ha tenido Ud., señor ‘vice’, el privilegio de leer e instruirse lo necesario para entender la diferencia entre la indignación de un pueblo, frente al abuso, la corrupción y el atropello y la envidia.


El problema no está del lado de un pueblo que exige el respeto de la ley y lo básico del juego democrático y que lo hace, además, de manera pacífica y festiva, pidiendo con cánticos e ingenio que se respeten sus derechos. 

Tampoco encontrará ni una brizna de envidia en la crítica popular al creciente extravío del séquito presidencial que pretenden convertir los caprichos del jefe de Estado en periplos diplomáticos y cosecha de contratos y acuerdos. Ni siquiera la hallará entre las familias que reciben con mucha pompa y anuncios oficiales las viviendas  populares de 30 metros cuadrados, de las cuales caben 30 en la superficie del departamento que usará para descansar el presidente, en uno de los pisos del palacio desde el que quiere gobernar al país.

Si cabe espacio para la envidia ha de buscarla entre aquellos que Ud. comandó con su apreciación de que el MAS tenía un piso electoral del 60% y que se animaron a ir a una prueba electoral que perdieron, tan catastrófica y dolorosamente, que no saben qué hacer con tanto quebranto, porque ciertamente no se ha subsanado con el fallo mercenario que pretendió reformar la Constitución y abolir la soberanía del pueblo.

Y si hay algún ebrio en la vecindad no es quien demanda en pleno uso de sus derechos constitucionales, los que la ley le otorga, sino los que arman banquetes con los recursos públicos, incluyendo el opaco manejo con que se montó la fiesta de la que tanto se conduele y donde el único matrimonio es el de la discrecionalidad del gasto con la opacidad de la gestión y las cuentas.

Tanto empeño por cambiar de nombre a las cosas, por torcer los acontecimientos y torturar a las palabras, sugiere que el ‘vice’ ha trocado sus autores favoritos de antaño por el Sr Trump, de modo que cuando se acaban las explicaciones, los argumentos y la imaginación, solo queda encañonar a personas, grupos y hechos que prueban cuán profunda e irrevocable es la decadencia del régimen, cuyo tiempo se está acabando.

El vicepresidencial mensaje de que Bolivia no se construye con odio, (ni) con resentimiento, tan poco creíble y sincero en su boca, podría tener aplicación y utilidad si lo redirige a sí mismo y a sus colegas, de modo que puedan asimilar, de manera serena y democrática, sin rabietas ni amenazas, simplemente que Bolivia dijo No.

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