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15 de mayo de 2019, 4:00 AM
15 de mayo de 2019, 4:00 AM

Durante estos meses la discusión sobre políticas públicas se ha caracterizado por la repetición continua de consignas, sin acuerdos y, un ambiente altamente polarizado y, lo que es peor, sin la implementación de políticas para el desarrollo.

Estas discusiones comprenden desde aspectos de índole nacional, como la política salarial y el deterioro de la situación externa y fiscal, hasta las alternativas de transporte y conectividad en la ciudad de los anillos, además del desacuerdo sobre la política energética de carburantes y sobre el uso de transgénicos.

Estas controversias, sanas en el ámbito democrático, pueden tener efectos negativos en la implementación de medidas técnicamente adecuadas y políticamente viables, si es que no tienen una vía para destrabarlas.

Una forma de evitar el continuo desacuerdo de visiones tiene que ver con dos elementos: un enfoque técnico adecuado y la capacidad de llegar a acuerdos sobre la base de intereses y no simplemente posiciones.

Por ejemplo, un problema en varios países es el bajo ahorro de las familias para la jubilación. Éste es un inconveniente incluso en países avanzados. La excusa más frecuente es que el dinero no alcanza para ahorrar.

Una idea que nació de la intersección entre la economía y la sicología fue que todo incremento salarial pueda ser destinado al ahorro de pensiones. Gracias a esa solución tan sencilla, el ahorro de pensiones de varias familias aumentó. Y de paso, la idea fue retribuida a su creador, Richard Thaler, con el premio Nobel de Economía en 2017.

En otro caso famoso de estudio en Kenia, se analizaron diversas alternativas para incentivar la asistencia escolar en términos de efectividad y de costo. Curiosamente la más efectiva en ese caso fue la desparasitación de los alumnos, puesto que tenían más energía para asistir y rendir bien en los colegios.

Ambos casos son una muestra pequeña de que el análisis serio y a la vez creativo de alternativas para problemas económicos y sociales puede contribuir a resolver cuestiones que, de otra manera, entrarían en el campo de la discusión no fructífera e incluso de la especulación.

El segundo ingrediente importante es la capacidad de llegar a acuerdos que, producto de la discusión técnica previa, puedan facilitar la implementación de las diversas alternativas.

Dos ejemplos en el sentido amplio se encuentran en Chile. El primero fue el que selló el presidente Ricardo Lagos con las fuerzas opositoras a su Gobierno en 2003, lideradas por Pablo Longueira, en virtud del cual se orientaron las políticas para la modernización del Estado.

La segunda y más reciente es la conformación del Acuerdo Nacional por el Desarrollo Integral que reúne a 22 reconocidos profesionales y políticos de diversas sensibilidades políticas con los objetivos de impulsar políticas para el desarrollo del país vecino.

En síntesis, el principal peligro que enfrentamos este y los siguientes años es la falta de enfoques técnicos y orientados a lograr acuerdos para promover políticas enfocadas en el bien común.

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