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17 de septiembre de 2019, 4:00 AM
17 de septiembre de 2019, 4:00 AM

La juventud, hoy en día, no lee, porque marchan obnubilados por la internet y ramas cibernéticas. Esta frase se repite como un mantra y en la propia existencia parece encontrar la justificación. Sin embargo, los datos de la realidad provenientes de la industria editorial desmienten el pesimismo del lugar común. En un marco de ventas deprimidas, la literatura juvenil crece y multiplica sus propuestas. En otras palabras el mundo infantil lee con deleite, no solo los clásicos del colegio y únicamente en papel.

Tiene a su disposición (oferta que surge de la demanda) historias que hablan de los conflictos actuales, tramas que giran por ejemplo, alrededor del bullying o de las relaciones amorosas que van más allá de los estereotipos y se aproximan al realismo trágico.

Desde luego que hay en las mesas de las librerías fenómenos de venta en los que la calidad literaria directamente no existe, pero que igual tienen que ser contemplados aunque resulten “pasatiempos” nacidos del oportunismo comercial. Esta verdad pude comprobarla, in situ, en Ateneo, una de las más reputadas librerías citadinas. Allí el adolescente no es un consumidor cualquiera.

Como no ocurría antes, mientras sorbe un helado o un pocillo de chocolate, selecciona, escudriña, determina agenda, marca tendencia, y sobre todo, tiene un interés genuino. Los adolescentes son grandes detectores de incongruencias. Suelen consumir libros no necesariamente dirigidos a ellos; por ello motu proprio eligen lo que realmente consideran de gran valor teórico y práctico. Y son, además, lectores entrenados en el mundo de la fantasía por los juegos de la play.

El género juvenil es la locomotora de la industria editorial. O, sino, preguntemos a los organizadores de la última Feria del Libro, ¿quié- nes adquirieron los mayores productos literarios y audiovisuales? Los libros para adolescentes se venden más y su oferta es amplia y variada, desde novelas de calidad hasta éxitos importados de la Web.

No nos equivoquemos: Los niños y jóvenes de esta década, no se vanaglorian por leer mucho, sino por adelantarse al tiempo conservador de los mayores, y penetrar en las redes sociales con sus revolucionarias ideas que están cambiando el mundo –como acaba de afirmar el semiólogo español Fernando Savater