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15 de mayo de 2018, 4:00 AM
15 de mayo de 2018, 4:00 AM

Vuelvo sobre los mal llamados “hombres topo, malvivientes, polillas, hijos de la calle” porque de tanto en tanto, como en los últimos días, rebrota este fenómeno social frente al cual pareciera instalarse la controversia o discordia entre los que optan por la persecución, la violencia y represión, frente a los que optan por la limosna viralizada en la imagen de la manzana compartida con una persona en situación de mendicidad.

En este contexto cabe remarcar que las personas en mendicidad y en situación de calle además de vivir excluidas del conjunto de los derechos humanos básicos, es un fenómeno complejo de abordar por su naturaleza multifacética y multicausal, que abarcan desde factores de pobreza e indigencia, pasando por elementos socio culturales, problemas  de violencia y desestructuración familiar, falta de acceso a servicios, ausencia de políticas públicas, hasta  redes de tratantes. 

Pero además complejiza aún más el perfil diverso de la población en situación de calle que abarca desde las potosinas o ayoreas que con sus hijas e hijos pequeños estiran la mano en nuestras ciudades; niñas, niños y adolescentes que han roto sus vínculos familiares o están en riesgo de perderlo; adultos mayores carentes de apoyo familiar; personas con discapacidad; enfermos mentales; adictos al alcohol y otras drogas, hasta víctimas de violencia sexual comercial y de otras formas de trata y tráfico humano,  que los lleva a extender la mano o afectar derechos de terceros para subsistir  en medio de la adversidad. 

Con base en estas consideraciones hace un par de años me atreví a entregar en mano propia al presidente del Estado Plurinacional la propuesta de un pacto nacional por la dignidad y la inclusión social, con el propósito de declarar en un par de años a Bolivia país libre de mendicidad y de personas en situación de calle, fruto de la aplicación de estrategias diferenciadas que respondan a la diversidad de segmentos poblacionales como ser migrantes itinerantes como las madres potosinas y sus hijos e hijas que requiere de inversiones en su lugar de origen, indígenas urbanos como las y los ayoreos y sus familias, niñas, niños y adolescentes expulsados de sus hogares por la violencia, personas con discapacidad, adultos mayores carentes de apoyo familiar o personas con diversas adicciones que se estima suman alrededor de ocho mil personas Bolivia.  
Entre las estrategias que tuve a bien sugerir al presidente puse énfasis en la necesidad de partir de un conocimiento del estado de la situación de las y los ciudadanos en situación de mendicidad y de calle a partir de un censo nacional y una profunda indagación cualitativa, como base para el diseño de un plan participativo con una matriz de objetivos y resultados, identificando proyectos específicos por regiones, edades, sexo y según las diversas problemáticas identificadas e incorporando indicadores de proceso y de impacto, que permitan formular un sistema de seguimiento y  evaluación, además de un presupuesto elaborado para el logro de las metas específicas.

Apostar por una Bolivia sin mendicidad, sin exclusión, con igualdad de oportunidades económicas, sociales y políticas para todas las ciudadanas y ciudadanos, debe comprometer en un amplio pacto por la dignidad e inclusión social a todos los niveles de gobierno y las organizaciones de la sociedad civil, las que básicamente se ocupan hoy en día de paliar la situación de las personas en situación de calle o mendicidad y por ello su rol es clave aportando con su conocimiento, experiencia y vocación de servicios que junto a la disposición de los servicios públicos y la inversión de los gobiernos logremos no solo la recuperación de una vida digna para la población excluida, sino la sostenibilidad de la misma evitando el resurgimiento de personas en situación de calle con la institucionalización de una política pública permanente expresada en una ley nacional de erradicación de la mendicidad y de personas en situación de calle y de prohibición de la misma a partir de la puesta en marcha del plan.

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