OpiniónOPINIÓN

La música del tren

El Deber logo
4 de junio de 2018, 6:07 AM
4 de junio de 2018, 6:07 AM

Los trenes que llegan hasta la estación arrastran un aire ondulado de otros destinos. Uno, cuando está ahí siente esa brisa tibia que empieza a contar historias. El último tren aún no ha pasado por Cubelles con destino a Barcelona y otros puntos magistrales de Cataluña, y queda el airecito revoloteando que dejaron otros trenes este domingo de marzo, esos que llegaron antes y que se fueron con pasajeros que acostumbran mirar por la ventanilla por donde se ve el mar.

La estación, muy cercana a la playa y al mar, es un edificio de viajeros que invita a bajarse y a subirse, a estar siempre en movimiento y anclar solo si es necesario y por algunos momentos o unos cuantos veranos. Desde aquí cualquier destino es posible. Eso piensa uno al ver las vías del tren que duermen un sueño profundo y en paz, con la certeza de que siempre estarán ahí para que ni el viaje ni los viajeros se detengan. Las vías del tren, metidas en esa modorra ideal, permiten que la serpiente horizontal haga de las suyas para que burle a la eternidad, para que Sitges o Vilanova, la mismísima Barcelona y más allá, quizá Sabadell, Terrassas o Manresa, aparezcan por el horizonte como un regalo que espera el mejor de todos los arribos o las despedidas  más crueles o asombrosas.

Las estaciones de los trenes están custodiadas por antesalas de pueblitos, por verjas nobles de casas de familia cuyos miembros han aprendido a esperar la noche para ser arrullados por el sonido metálico del tren que se mueve, que ya llega y que se va. Un viaje eterno porque a un tren le sigue otro y a ese otro, otro más, como si se tratara de uno solo, de un instante que no termina, de un resplandor constante, de un viaje que ha empezado antes de las vacaciones porque en las estaciones de trenes la vida es una constante rumba, una aspiración para estar, sabiendo que todos los pueblos del mundo pueden pasar por aquí y los amigos aumenten, aunque solo sean amigos de paso.

La noche ha caído y la noche seguirá porque cuando el tren saque su cabeza por el otro extremo del túnel, el sol ya se habrá ido como se van los viejos conocidos que llegan a una estación para subirse al vagón del eterno viajero. Y si el viajero es uno y si uno sale de Cubelles o de Sabadell o de Terrassas o de otro pueblo de Cataluña, es muy probable que el sonido del tren acompañe vaya donde uno vaya...

Tags