Opinión

La ruta autoritaria

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12 de noviembre de 2018, 4:00 AM
12 de noviembre de 2018, 4:00 AM

Hubo una sola voz que a medida que se conocían los resultados de las elecciones legislativas en Estados Unidos proclamó victoria, “una vigorosa victoria”. En pocas horas los ánimos sobre un triunfo que ya nadie creía fueron cambiando y mientras Donald Trump se empecinaba en desafiar la realidad, un acto brutal estremeció al país cuando un hombre ingresó a un bar de California y mató a doce personas, incluido un policía.

El mundo pacífico y progresista que Trump se obstinaba en mostrar volvía a tropezar con la espiral de violencia que se ha vuelto denominador común en muchas áreas urbanas de la vida estadounidense. Esta nueva carnicería de jóvenes inocentes reunidos en una fiesta en un pueblo de las afueras de Los Ángeles fue precedida en solo unos días por otra en una sinagoga de Pittsburgh en la que murieron 11 personas. Si se extiende la cuenta hacia los últimos dos años, la suma cubre docenas, probablemente centenas de víctimas de una violencia que las autoridades no consiguen frenar, menos explicar, y que los discursos con frecuencia incendiarios del presidente Trump solo parecen atizar.

En esa espiral parecen yacer algunas explicaciones para la derrota parcial del presidente en la jornada electoral del martes, cuando los republicanos perdieron la mayoría en la Cámara de Representantes (Cámara Baja), pero aseguraron su dominio en el Senado. Los republicanos perdieron 27 escaños, equivalentes al número que ganaron los demócratas (ahora con 222 en la Cámara Baja) pero compensaron la pérdida al ganar dos asientos del senado con los que el Partido de Trump sumó 51 asientos frente a 46 de los demócratas.

En la lista de perdedores estaban varios de los republicanos a quienes Trump había brindado todo su respaldo. El revés recibido fue percibido por millones que vieron una de las entrevistas por TV más virulentas del presidente pluribillonario, cuando increpó a un periodista de CNN, se negó a responderle de manera específica y dispuso que se le quitara el micrófono. Rostro encendido por la ira, en su típico estilo dijo que el periodista era un maleducado y lo acusó del incidente. El video fue editado por la Casa Blanca para adecuarlo a la versión de torpeza que atribuía al periodista.

Al perder el control de la Cámara Baja, Trump y los republicanos no podrán seguir toda la agenda radical que se impusieron. Como en un dominó, perdieron fuerza las posiciones del mandatario, que trataba de convencer a los electores que los miles de centroamericanos que marchan hacia la frontera con Estados Unidos son brigadas invasoras, y por primera vez se lo escuchó insistir en negociar con sus rivales.

Al igual que a otros presidentes autoritarios, se lo vio amansado en cuanto tomó conciencia de que esta vez el electorado empezaba a darle la espalda.

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