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26 de mayo de 2019, 4:00 AM
26 de mayo de 2019, 4:00 AM

Carlos Mesa marcó “su espacio”: no está dispuesto a bajar su candidatura ni a aliarse con nadie; no quiere megacoalición. No quiere relaciones con la “vieja política”, no los quiere cerca ni como apoyo; prefiere las plataformas afines con tradición o inventadas por el aparato que lo respalda; en lo político, se apegó a Revilla que lo debe tener incómodo con tantas denuncias en su contra. Entre los opositores, está primero en sus encuestas y, hasta en las de otros, sean medios o partidos, y entonces es entendible que no piense siquiera en conversar con nadie.

Al otro lado está Oscar Ortiz, que parece que sí está dispuesto a hacer política y realizar un esfuerzo por abrir un espacio de unidad, pero sin Mesa; sabe que el expresidente no quiere nada con él y no se va a manifestar positivamente en ese sentido. Como se ven las cosas, alrededor de él pudiera diseñarse un bloque donde confluyan los demás candidatos que saben que tienen vagas posibilidades. Ortiz no abomina la política y es pragmático. Esa es, entonces, la ‘unidad posible’, con partidos del sistema, plataformas activas e inventadas y la presencia de los Demócratas en prácticamente todo el escenario político nacional (hay que ver cuánto daño le hizo Leyes en Cochabamba).

Los dos espacios opositores están ahí: Mesa es más fuerte hoy; habrá que ver si revierte su caída o si mantiene su estancamiento; como sea, ya trazó su camino y parece no ampliar su base. El ‘mesismo’ se sostiene en él, hay que ver qué tiene para armar su plancha, si su figura es suficiente para llegar per se. Ortiz sabe lo que quiere y habrá que ver si le alcanza y si toma lo que pierde Mesa; entre ambos estará la pugna que impida que el candidato de la “desinstitucionalización” del Estado, a la cabeza del TCP y TSE, alcance una diferencia de 10 puntos, superando el 40%.

La “unidad posible” se da entre más o menos afines; es imprescindible que se entienda que juntar gente que no esté de acuerdo con el “enemigo principal” no es hacer unidad; es una estupidez política que se torna ingobernable; ahora la cosa se pone menos difícil porque al fin el TSE dijo o hizo algo coherente y avisó que nadie pierde su sigla por no presentarse a la elección; la pueden perder, en todo caso, los que vayan solos y no logren el 3%; ese riesgo es mayor.

Habrá que ver si a ambas candidaturas les alcanza lo que tienen. La opción internacional está cerca de generar un efecto negativo en la candidatura “desinstitucionalizadora”, aunque es muy difícil que la CIDH (en sus 2 instancias) se pronuncie en el fondo sobre el “derecho humano” de Morales; igual sirvió para descubrir que el solo hecho de que el presidente colombiano haya recibido al presidente Cívico, Luis Camacho, generó la “respuesta/ impulso” de Pary para advertir a ese presidente que: “Colombia es un país al cual nosotros respetamos en sus asuntos internos. Bolivia no interviene en ningún asunto interno de Colombia y nosotros también creemos que Colombia va a actuar en el mismo sentido”. Esa es la constatación de que en el Poder sienten que, a lo mejor, el tal derecho humano para reelegirse no es tan derecho; si no, Pary no le daría la importancia que le dio. Habrá que ver cuánto aprovechan los opositores esa declaración que, bien trabajada, puede ser el complemento que necesitaba el 21F para seguir vigente.

Que Duque haya recibido la solicitud pone en movimiento en la política (el aleteo de la mariposa en Colombia se sintió en la Cancillería boliviana); ha abierto un panorama muy incierto: si Duque llega a presentar algo a la OEA y, si la Comisión opina sobre la pertinencia, a favor o en contra de la solicitud cívica, activará discursos de uno u otro lado. Por ahora, el temor de Pary, Yañíquez y de los que faltan por hablar, denota inseguridad y juega a favor de la oposición, pero nada está dicho aún, lo que diga la Comisión moverá todo; no habrá empate… ¡A esperar sentados! Esto es largo. La unidad posible tiene tiempo y no es obligación, es solo política.

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