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15 de diciembre de 2018, 4:00 AM
15 de diciembre de 2018, 4:00 AM

El otro día, a la salida del que fuera mi colegio por 12 años y el que es actualmente el colegio de mis hijos, me encontré con un personaje, estaba en el mismo lugar de siempre, se ubicaba como una estatua, parado en la esquina lateral con su carrito rojo ofreciendo todo tipo de gaseosas, mocochinchis y su afamado refresco de tamarindo.

‘Chingolo’ era el mismo que nos esperaba para refrescar nuestras salidas calurosas: alto, moreno, de manos frías de tanto meter hielo a los vasos y al caneco de tamarindo, su cara tenía un poco más de arrugas producto del sol y el evidente paso de los años.

Chingolo era todo un personaje, sabía de todo un poco, producto de esas pequeñas charlas diarias con profesores, médicos, pasajeros, estudiantes, padres de familia, etc. Con el paso del tiempo su negocio había crecido, su esposa tenían un carrito que atendía la salida del colegio vecino, tenía otro que lo manejaba un vecino y un último carrito que era conducido por su hijo mayor. Su pequeña empresa había crecido con el paso de los años.

Cuando lo vi, lo noté un poco preocupado, luego del saludo efusivo y de presenciar su pericia en la preparación del mejor batido de tamarindo de la ciudad le pregunté por qué la seriedad en su rostro.

Él me dijo: “El abogado de acá a la vuelta me comentó que habían aprobado el pago de los aguinaldos. Mire, tengo tres carritos, aparte del que yo manejo, y con esto de los dos aguinaldos no sé qué voy a hacer, tengo que ir a la salida de tres colegios para poder pagar el primer aguinaldo y ahora?”. Me preguntó como si yo tuviera la solución a su problema.

Sin esperar mi comentario prosiguió, si bien pagan el segundo aguinaldo, pero las personas siguen consumiendo de un refresco no vienen y piden doble, es más, siempre piden la yapa, y para colmo las cosas suben y suben, hasta el tamarindo ha subido. Tendré que vender un carrito para poder pagar los aguinaldos, si no mi esposa me va a dejar, mi vecino me bloqueará la salida de mi casa donde guardo los carritos y mi hijo no me va hablar todo el año. Al despedirme, por pena, le pedí otro refresco y me fui con la sensación de haber estado hablando con un analista financiero amateur.

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