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16 de mayo de 2018, 4:00 AM
16 de mayo de 2018, 4:00 AM

Desde hace años nos hemos acostumbrado a leer y a releer en las noticias el drama de los refugiados que en Oriente Medio huyen de las lamentables condiciones que imperan en sus países. Para Europa se ha vuelto un problema mayúsculo el éxodo forzado de decenas de miles de desesperados que invaden sus costas, mientras Naciones Unidas se pasa en reuniones de emergencia que al final no solucionan nada. Es la muy triste realidad de nuestro mundo. 

Pero un drama similar, aunque por ahora de menor magnitud, está sucediendo en nuestro continente con los refugiados que huyen de Venezuela. Países como Colombia o Brasil, vecinos de Venezuela, ven sus fronteras traspasadas por multitud de venezolanos que quieren comer, que quieren medicinas, en fin, que quieren hallar un triste sosiego fuera de su país, arruinado por don Nicolás Maduro. Chile, Perú o Argentina son también destinos de este desplazamiento. 

¡Y hasta nuestras tierras ya están llegando estos huidos de Maduro! En concreto, en Santa Cruz, los hay. Hay hombres o mujeres que han dejado familias y que quieren establecerse en nuestra ciudad con la esperanza de encontrar sustento digno, para luego reunir a sus seres queridos. Hay parejas jóvenes que buscan espacio para reiniciar una vida digna. Hay profesionales que desean tan solo trabajar, en lo que sea. ¡Y ellos están entre nosotros, y nosotros no los reconocemos!

No es exageración lo que expresamos. Tal es así que la iglesia Católica latinoamericana, con la coordinación del Vaticano, ha lanzado un plan de ayuda para los emigrantes de Venezuela, el cual es un programa piloto para acoger, proteger e integrar a los miles de venezolanos que han tenido que salir de su país por la crisis. Forman parte de este plan las conferencias episcopales de Brasil, Colombia, Ecuador, Perú, Chile, Bolivia, Paraguay y Argentina (EL DEBER, 08-05-18).  

Mientras tanto, el presidente Evo Morales asegura su apoyo incondicional en todo momento y en toda circunstancia a su similar Nicolás Maduro. Si este su interés fuera genuinamente por el pueblo llano venezolano, por la gente de las calles de ese país agotado por Maduro, por lo menos debía guardar silencio, no apoyar al opresor. ¿O está mal informado?

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