Opinión

Los mártires de Incahuasi

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17 de mayo de 2018, 4:00 AM
17 de mayo de 2018, 4:00 AM

En Sucre ya no hay qué comer. Han convencido a la gente de que les están arrebatando lo suyo y están dispuestos a todo por defenderlo. No saben del problema ni de sus razones, pero los discursos de los líderes han encendido la rebeldía y toda la ciudad está en pie de guerra. Los han enfrascado en un paro interminable que consume lo poco que tienen. Pero tanta decisión y tanto coraje, tanta generosidad, se malgastan en nada. El sacrificio es en vano. Los manejan con secretos intereses, les esconden la verdad. Solo aprovechan de su bravura.

Hace ya años se descubrieron inmensos bolsones de gas debajo de Incahuasi. Las empresas perforaron hasta encontrar el tesoro y, como siempre, estudiaron todo lo que se puede medir en un campo petrolero. Saben cuánto gas encierra, el tamaño, su forma, la presión, los años que puede durar su explotación. Como conocen a nuestro pueblo, estudiaron más. Contrataron una empresa especializada del otro extremo del continente para que estudie si el gran depósito subterráneo se extiende por bajo tierra hacia otros departamentos. Le entregaron, además, las leyes de hace más de 100 años que definen los límites geográficos departamentales. Terminado el estudio, todo quedó científicamente claro. Era evidente que el bolsón no llega a territorios ajenos a Santa Cruz.

¿Si todo es técnicamente claro, cómo es posible el desacuerdo? Si hay una verdad científica, ¿cómo es posible el reclamo? Es posible, cuando los poderosos tienen otros intereses y es posible cuando se esconde la verdad. A la gente sencilla de Sucre no le han contado todo, para que crea ingenuamente los discursos de los dirigentes. Como el tesoro es grande, despertaron las ambiciones y el espíritu conquistador de los vivillos nacionales y provinciales que necesitan construir el liderazgo que no tienen. Los dirigentes gritan desaforados su exigencia porque en la nueva política criolla los derechos y la verdad se definen a punta de protestas, golpes y bloqueos. Saben que no les corresponde nada, pero gritan porque los gritos aquí cambian las leyes y la conquista los hará gigantes.

El gobierno debiera ser el árbitro desinteresado, sereno y creíble que contribuye a aclarar el problema, a sembrar la paz. Pero no es ni desinteresado, ni sereno, ni creíble. Está detrás de la rebeldía chuquisaqueña. Si no, ¿por qué las autoridades hablaban del “campo compartido”, si sabían que no es compartido? ¿Por qué mandaron desobedecer las leyes sobre límites? ¿Por qué anularon el estudio técnico? Si en uno de los bandos está un dirigente político opositor, el gobierno no puede ser frío ni ecuánime. Si hay dinero de por medio, no se le puede pedir serenidad. Además, creen que demandar un nuevo estudio científico es lo mismo que pedir que se vuelvan a echar los dados sobre la mesa.
Más grave aún. El gobierno no es árbitro, ni quiere la paz. Necesita la bulla del conflicto, para que no se escuchen las voces que recuerdan a diario el 21 F. Necesita el enfrentamiento, para que se olvide el malestar político y social y no se escarbe en la corrupción. Necesita la guerra, para que el país se olvide de reclamar las promesas de un cambio que nunca llega. 

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