Opinión

Maduro, el peor de todos

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9 de julio de 2019, 4:00 AM
9 de julio de 2019, 4:00 AM

El informe de la ONU sobre la situación de Venezuela ha confirmado lo que la diplomacia internacional, en una incompresible pasividad cómplice y algunos regímenes de corte dictatorial negaban de principio a fin: la certeza de que Venezuela está en manos de un puñado de criminales cuya magnitud sobrepasa todas las experiencias dictatoriales registradas en nuestros pueblos. No lo dijo el “imperio”, no lo dijo la derecha, lo dijo la señora Bachelet, la que se codeaba con los dictadores latinoamericanos cuando disfrutaba del poder, dato significativo porque muestra que el genocidio del régimen narco-asesino en Venezuela excede los propios límites ideológicos del Socialismo del Siglo XXI.

La certeza de que estamos frente a la peor dictadura en la historia latinoamericana reciente obedece a un simple ejercicio aritmético. Se ha establecido que Pinochet, en 17 años de dictadura, asesinó aproximadamente a 40.000 ciudadanos, lo que daría un total de 196 crímenes por mes, 6,5 asesinatos diarios. Maduro ejecutó extrajudicialmente 6.800 en 20 meses, lo que le da un cociente de 340 por mes, más o menos, 11 por día, el doble de lo que mataba Pinochet. Maduro asesinó en menos de año y medio un 17% de los que Pinochet en 20 años de dictadura. Si el asesino venezolano continuara -17 años más en el poder- tendría más muertos en su haber que el dictador mapuche. Venezuela considerado uno de los países más violentos del planeta, registró el año pasado 23.047 asesinatos. Las ejecuciones extrajudiciales que el tirano realizo en 14 meses según el informe de la ONU (de enero del 2018 a agosto del 2019) representan el 35% del total de víctimas por inseguridad y criminalidad. En términos probabilísticos cada venezolano tiene un tercio de probabilidades de que lo asesine un comando chavista, a que lo mate un delincuente común.

Ese es el tamaño de la dictadura que Evo Morales y sus acólitos apoyan y el problema no está en que lo apoyen, sino que ese es el “modelo” con que se sienten más cómodos. Vanamente el caudillo se llena la boca comparando su “democracia” con las dictaduras militares latinoamericanas; su ídolo, es, con creces, mucho peor que todos ellos juntos.

Baudrillard decía que “más allá de ciertos límites ya no existe relación de causa efecto, solo existen relaciones virales de efecto a efecto y la totalidad del sistema se mueve por inercia”. Este parece ser el principio activo de la dictadura Chavista. Sus fuerzas opresoras se mueven por la propia inercia del crimen. Cada asesinato solo es comparable con el anterior. Todo circula dentro los límites del crimen, nada fuera de ellos. El narcotraficante, el sicario, el paramilitar y el militar-policía existen solo bajo la epísteme del crimen. Probablemente por esto, un distinguido analista ingles declaró que lo de Venezuela “nadie lo entiende”. Es cierto, desde la esfera de lo legal, de lo normal, de lo racional, nadie lo entiende, y es que la dictadura de Maduro no encaja en estas categorías; pertenece a la esfera del mal.

Todo esto se acompaña de una narrativa degradada al punto de equipararse con la argumentación de un colegial de secundaria. Los argumentos serios, el discurso político de altura ha desaparecido al punto que el tirano chavista puede decir, sin siquiera sonrojarse, que encuentra “demasiada coincidencia que maten a alguien y al día siguiente este muerto” (sic).

Los Incas optaron por borrar de su historia a todos los que se parecían a Maduro o sus émulos. Lo hicieron de tal forma que ni siquiera la vergüenza que el pueblo sentía por ellos debía existir; claro, como nadie es eterno solo hay dos caminos: o pagan sus culpas o la propia historia los entierra para siempre.

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