Opinión

Murmullo de alerta y oportunidad

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7 de junio de 2019, 4:00 AM
7 de junio de 2019, 4:00 AM

En el marco de la XX Feria Internacional del Libro de Santa Cruz se llevó a cabo el VI Encuentro de Bibliotecarios denominado El futuro de la profesión y de las bibliotecas, archivos y museos en tiempos de la nube y las redes sociales. El conferencista, Ernesto Martínez, fue el encargado de cerrar el evento presentando algunos indicadores de la industria editorial boliviana. Martínez -un paceño, estudioso del tema-, en su recomendado blog El murmullo del librero, se autocalifica como “esposo, padre de familia, librero, entusiasta de la tecnología 3.0 y su intersección con los libros y el conocimiento”.

Ernesto es uno de los herederos de una de las librerías más antiguas que tiene el país, la Martínez Acchini, que está a meses de cumplir 45 años de vida. Sin embargo, sus dueños están a punto de cerrarla porque la situación económica del sector es insostenible. A cinco años de la promulgación de la Ley del Libro Oscar Alfaro el balance de la industria editorial es, siendo optimistas, poco alentador. En términos tributarios, el meollo de la ley que otorga la exención del IVA al libro, no ha logrado fortalecer a los editores y libreros y tampoco se han destinado recursos para planes de promoción de la lectura.

Como estocada final, los presupuestos municipales de adquisición de material bibliográfico son nulos o casi inexistentes. Salvo algunas universidades públicas, el sistema nacional de bibliotecas no compra libros hace muchos años. Según lo expuesto por Martínez, y de acuerdo a los registros del SIN, existen 579 agentes económicos registrados bajo la Ley del Libro.

Muchos de estos pagan el IVA por productos de papelería y otros. Las ventas no gravadas, amparadas en la exención, se refieren solamente a libros y revistas. En este lustro, la recaudación por el IVA de estos contribuyentes se ha mantenido -más o menos-, en el mismo nivel; mientras que el IUE se ha incrementado en un 62%. Es decir, en lugar de beneficiarlos, el impacto económico de la ley los ha perjudicado.

El esperado crecimiento en la venta de libros en Bolivia, sin IVA, no se ha dado. Martínez sostiene que “el acceso al libro no debe depender de la capacidad económica del lector”.

Si el Estado, a través de sus diferentes instancias, ofrece bibliotecas con un nutrido inventario de publicaciones actuales, que puedan consultarse en sala o prestarse a domicilio, los lectores podrían tener en sus manos las últimas ediciones de sus libros y autores preferidos, que ahora le son inalcanzables, tanto por los precios o por la inexistencia de inventarios en las pocas librerías que languidecen o sobreviven a duras penas.

Un dato que llamó la atención fue la respuesta al estudio nacional que hizo IPSOS en el último trimestre de 2018: ante la pregunta de “cuántos libros leyó en los últimos 12 meses”, el 48% de los encuestados respondió que “ninguno”. Si nos dejamos llevar por el brillo y la magnificencia de estas inolvidables jornadas que se viven en la fiesta de los libros de la FIL, podríamos terminar creyendo en un espejismo que nos ilusiona, pero que no es real. Tampoco quiero dejarme llevar por la tristeza de quien cierra una librería familiar de casi medio siglo. Siendo parte de la industria, antes como editor y ahora como escritor, voy a apostar a ese 52% que leyó, por lo menos un libro, el pasado año.

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