Opinión

Nuestra guerra en Siria continúa

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19 de abril de 2018, 4:00 AM
19 de abril de 2018, 4:00 AM

Contemplamos absortos la devastadora guerra de Siria. Una máquina de muerte que no se comprende porque nadie lucha por lograr cambios para un pueblo a costa de la desaparición del mismo pueblo. En Siria se aniquila a la población en una guerra por intereses que no están en Siria. Se enfrentan poderes inmensos que matan, pero no les importa el escenario ni el espacio sirio. No les importa el pueblo sirio. Matan en una guerra mucho más grande que Siria.

El presidente sirio asegura que obedece a los que le encomendaron la presidencia. No. No defiende el orden ni la democracia. El señor Al Asad puede acabar con la sociedad entera porque su vida y su objetivo son el poder y la riqueza inmensa del suelo sirio, poder y riqueza que le importan infinitamente más que el mismo pueblo sirio. La oposición asegura que ella lucha por la democracia y por la representatividad popular. Tampoco. Más allá de los muertos del pueblo, lo que quiere la actual oposición es construir un nuevo gran imperio de todo el mundo islámico.

El presidente ruso, lejos de sus fronteras, alimenta el orgullo herido de sus electores, que añoran la grandeza de su desaparecida gran potencia soviética. Reconstruye el Ejército que se medía de igual a igual con los más grandes ejércitos del mundo. En el enfrentamiento de Siria, cultiva su popularidad de nuevo zar indiscutible. Estados Unidos pasea de tiempo en tiempo por el campo de batalla y dispara. No importa a quién mata. Solo deja constancia de que sigue siendo el rey de la selva y de las guerras. Los kurdos se suman al combate porque necesitan un espacio geográfico para reunificar su patria dispersa y sometida a otras patrias. Turquía combate para controlar a los kurdos, doblegar su poder, someterlos. Israel sigue los movimientos de todos para golpear en el momento preciso a los movimientos árabes. Irán interviene para ser la voz del mundo árabe en el conflicto y, mucho más, en el triunfo.

Todos matan, pero cada uno busca su propio objetivo secreto, su botín único. Los que mueren no son de ninguno de los poderes que manejan la guerra. Mueren los sirios. Desaparecen poblaciones enteras de la tierra que otros escogieron para su guerra. Un río interminable de gente y de esperanzas intenta escapar de ese infierno de fuego en la búsqueda de techo y calma. Se desesperan por correr junto a pueblos que viven en paz. Necesitan descansar y necesitan silencio para que crezcan sus hijos. Pero en ninguna parte los quieren. El mundo ha hecho inhabitable su tierra, pero no les permite huir del fuego ni de la muerte.

Hemos visto a ciudadanos con un niño en brazos en busca angustiosa de pan y de tranquilidad. Nadie los escucha. No se abre ninguna puerta. No hay campo para sus sueños ni calor para la vida que llevan en brazos. No interesan. No importan. Molestan. 

Qué difícil es comprender las realidades que nacen de la salvaje ambición humana. Nos llevamos las manos a la cabeza o nos desentendemos. Pero el fuego continúa y continúan cerradas las puertas. Continúan la muerte y la angustia ¿Qué hacer? Tenemos que pensarlo cada uno de nosotros. Por lo menos, la parte de humanidad que nosotros formamos, tiene que ser diferente.

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