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8 de agosto de 2018, 4:00 AM
8 de agosto de 2018, 4:00 AM

“¡Bolivia dijo no! ¡Bolivia dijo no!” y una serie sucesiva más de esta frase habría motivado que el discurso del presidente Evo Morales, el pasado 6 de agosto, se redujera a media hora, a diferencia de años anteriores, donde la extensión era mucho mayor.

No es la primera vez que un acto oficial del Gobierno se ve ‘empañado’ por voces que repiten esa consigna, cuyo origen es el resultado del referéndum del 21 de febrero de 2016. Frente al intento oficialista por incumplir el mismo, proyectando una nueva e inconstitucional candidatura de Morales y de su vicepresidente, la ciudadanía ha expandido sus manifestaciones, incluso a nivel internacional.

Aunque considero de gran relevancia insistir en expresar la mencionada consigna, hasta que se pueda garantizar el cumplimiento constitucional, pienso que -en vistas del año electoral que se aproxima- reflexionemos y debatamos sobre ¿qué proyecto de país queremos construir a partir de la misma?

La lucha por el respeto del 21-F afirma la voluntad de la mayoría por continuar en un sistema democrático, que podría pensarse a través de dos ejes: el fomento a la participación activa, inclusiva y crítica de la ciudadanía para ejercer su corresponsabilidad en las decisiones del Estado y el fortalecimiento de ‘lo público’, que se ha visto cooptado por las autoridades de turno.

Como John Stuart Mill afirmaba (1861), la democracia es un sistema estratégicamente óptimo para administrar el poder, pues sugiere tomar en cuenta los intereses, derechos y opiniones de la ciudadanía.

Para ello -como afirman las propuestas pluralistas de la democracia- se requiere que la ciudadanía esté permanentemente (y bien) informada.

Aquí, el reto es trabajar sobre la amenazada libertad de expresión y en las responsabilidades que esta conlleva, así como en el derecho a la información y en la educación.

Sobre esta última, R. Dahl (2004) afirmaba su incuestionable relevancia en la democracia, pues conlleva a una reflexión -idealmente crítica y plural- para poder ejercer plenamente nuestra ciudadanía y fomentar el poder que esta tiene.

Cada ciudadano tiene un papel fundamental en el devenir social. Necesitamos ser conscientes de ello y pensarnos como ciudadanos críticos, inclusivos y bien informados si queremos contribuir a sostener la democracia.

Por otro lado, es preciso pensar en las instituciones públicas y planificar una mejor situación de las mismas. En los últimos años, la afiliación política ha pesado mucho más que los méritos y la trayectoria profesional para ocupar cargos públicos. La práctica no es nueva, la intensidad sí lo es. Lo público se ha confundido con lo gubernamental.

Habrá que reconfigurar esta errónea interpretación del oficialismo actual y promover a lo público como el conjunto de escenarios, que son administrados por las autoridades de turno, pero son para el servicio de la sociedad en su conjunto.

Ciertamente, habrá otras ideas clave para pensar el sistema democrático que pretendemos sostener. Pensemos y discutamos las mismas. No nos quedemos solo con las consignas, sostengámoslas con un proyecto. Nuestro proyecto de país.

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