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26 de junio de 2019, 4:00 AM
26 de junio de 2019, 4:00 AM

Según datos del Foro Económico Mundial, más de la mitad de la población vive en una ciudad y una de cada ocho personas en el mundo reside en una de las 33 megaciudades con población mayor a 10 millones de habitantes. Al 2050, según proyecciones de Naciones Unidas, el 70% de la población mundial vivirá en una ciudad.

En Bolivia, según datos del Instituto Nacional de Estadística, en el año 2017, siete de cada diez bolivianos ya radicaban en zonas urbanas y cinco de cada diez bolivianos vivían en zonas urbanas del eje central.

Si bien como cita el especialista de ciudades Edward Glaeser, economista de Harvard, las ciudades significan oportunidades, al ser proximidad, cercanía y densidad, también pueden significar desafíos al ser necesidades, sobrepoblación y desabastecimiento de recursos.

La clave para aprovechar el potencial de las urbes está en la implementación de planificación urbana y la tendencia mundial es la inclusión de la creatividad y la innovación en la resolución de estos problemas.

Surge así el concepto de ‘smart cities’ o ciudades inteligentes, por su traducción del inglés.

Las ciudades inteligentes son centros urbanos que utilizando infraestructura y tecnología buscan mejorar la calidad de vida de su población resolviendo problemas de manera eficiente. Son ciudades en las que se aprovechan los recursos tecnológicos básicamente para hacer la vida del ciudadano lo más cómoda posible.

Este concepto surge en la década de los años 70 a raíz del inicio de la digitalización de servicios públicos para el aprovechamiento del tiempo de los ciudadanos. Casi 40 años después, el concepto ha evolucionado bastante. Por un lado, la implementación del internet de las cosas ahora permite, a través de aplicaciones públicas, resolver problemas de información, trámites y solicitud de documentos reduciendo tiempo y costo para los ciudadanos.

Por otro lado, el manejo de grandes cantidades de información en plataformas o big data, hace posible analizar y predecir la demanda de servicios públicos de manera más eficiente y acertada, de acuerdo con cambios diarios en el comportamiento y necesidades de los ciudadanos.

Otro ejemplo es la implementación de la inteligencia artificial para automatizar servicios y tareas de manera eficiente, como el uso de sensores y cámaras inteligentes para rastreo y seguridad en espacios públicos.

Si bien al pensar en planificación urbana y servicios a la población se piensa automáticamente en el sector público, las ciudades inteligentes se han apoyado mucho en el concepto de la innovación abierta; es decir, en el apoyo de la comunidad y el sector privado a través de desafíos y eventos que resuelvan los problemas puntuales de digitalización a los que se enfrenta. Por consiguiente, el desafío que tenemos como sociedad debe partir de la articulación de los actores públicos con el sector privado y la academia, con metas que al inicio pueden ser pequeñas y puntuales, como proveer internet en zonas alejadas, o dar información de servicios públicos para luego evolucionar a proyectos de mayor envergadura.

Del estímulo de este ecosistema depende a futuro tener una Bolivia de ciudades inteligentes y más productivas; sin embargo, este será un proceso largo que estará subordinado a la planificación, articulación y sobre todo a la voluntad de los actores y al trabajo en equipo.