Opinión

Primavera silenciosa

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21 de septiembre de 2019, 4:00 AM
21 de septiembre de 2019, 4:00 AM

Rachel Carson, bióloga marina, publicó el 27 de septiembre 1962 el libro Primavera silenciosa que advertía de los efectos perjudiciales de los pesticidas en el ambiente, especialmente en las aves y culpaba a la industria química de la creciente contaminación. Algunos científicos calificaron al libro de fantasioso, pero para muchas personas se trata del primer libro divulgativo sobre el impacto ambiental y se ha convertido en un clásico de la concienciación ecológica. Se considera que el libro Primavera Silenciosa inspiró la movilización ecologista que consiguió que el Departamento de Agricultura revisara su política sobre pesticidas, que el DDT fuera prohibido por la legislación y sentó las bases para la creación de la Agencia de Protección Ambiental de los Estados Unidos (EPA).

Carson no promovía la prohibición de pesticidas en las prácticas agrícolas sino su uso responsable. En 2006 Primavera Silenciosa fue considerado uno de los 25 libros de divulgación científica más importantes de todos los tiempos y en 2015 se lo consideró como uno de los 20 libros más influyentes.

Más de medio siglo después de la publicación del libro Primavera Silenciosa, obra que impactó mucho a nivel mundial, tendremos aquí, en el oriente de Bolivia una primavera muy silenciosa en dos de los sistemas ambientales naturales más grandes, únicos e importantes de nuestro planeta: el bosque seco chiquitano y las sabanas de inundación estacional, como son las pampas del Beni.

En el gran incendio no solo se han liberado trillones de kilocalorías, calentando y contaminando la atmósfera a niveles críticos y al mismo tiempo consumiendo estúpidamente millones de toneladas de biomasa producto del trabajo de centenas de años de la naturaleza para el bien de todo el planeta y la humanidad; además se quemó madera preciosa por más de 1.500 millones de dólares, valor que pudo ser invertido en educación y desarrollo productivo sostenible, pero no, hay que imponerse a cualquier precio y este entuerto, como vemos, salió mal.

Obviamente esto no lo entienden los funcionarios ineptos encaramados en la estructura de gobierno del señor presidente que mal asesorado debe estar muy preocupado porque las cosas se salieron de control. Millones de mamíferos, reptiles, aves, insectos han sido asesinados con una muerte espantosa.

Las dimensiones del desastre son globales y apocalípticas, que no pueden ni han de ser juzgadas por tribunales bolivianos por razones obvias, pero como la magnitud de este crimen ya alcanzó dimensiones mundiales, pronto aparecerán organizaciones que reclamarán la presencia de los responsables ante tribunales internacionales.

En el espacio natural del oriente boliviano habrá un silencio sepulcral en nuestra primavera, pero sentiremos un ruido ensordecedor reclamando por la vida calcinada. El alevoso crimen que nos ocupa (provocado por ignorantes y angurrientos inescrupulosos) debe originar un cambio de mentalidad social a todo nivel con respecto a la naturaleza, despertando la conciencia universal sobre lo que representa proteger el medio natural y el compromiso que la humanidad tiene respecto a la supervivencia de posteriores generaciones.

La torpeza con la que se manejó esta catástrofe es un atentado contra el patrimonio natural del país y de la seguridad ambiental del planeta.

Los centenares de héroes que lucharon y aún luchan contra este flagelo, en su gran mayoría jóvenes estudiantes y profesionales comprometidos con el bienestar de la comunidad y su ambiente en general, serán los que pronto atestiguarán ante las organizaciones internacionales sobre este crimen provocado por los hombres de ceniza, en contra de toda la humanidad.

La torpeza con la que se manejó esta catástrofe es un atentado contra el patrimonio natural del país y de la seguridad ambiental del planeta”

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