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7 de enero de 2019, 4:00 AM
7 de enero de 2019, 4:00 AM

Entendemos la productividad como la eficiencia con la que combinamos los insumos y factores requeridos para producir la mayor cantidad de bienes y servicios de manera competitiva. Aunque la productividad está ligada a la tecnología, la calidad, el rendimiento, la accesibilidad y los precios, desde la perspectiva empresarial existen otros factores clave que son relevantes, como los mercados, la política salarial y los costos, en especial los tributarios.

En Bolivia, la productividad se ha estancado en las últimas décadas y es inferior a la que se registra en países vecinos, debido principalmente a la política salarial del Gobierno, que en los últimos años optó por imponer incrementos salariales altos, desvinculados de la productividad, además de cargas extraordinarias como el segundo aguinaldo, lo que ha encarecido el empleo formal.

Nuestro país está entre las economías con mayor incidencia de costo salarial y no salarial, medido respecto de la productividad. Si bien el salario nominal no es el más alto, cuando se contrasta con la productividad resulta ser el cuarto más alto de la región. La relación negativa que existe entre la subida del costo salarial y no salarial, y el porcentaje de trabajadores formales evidencia el hecho de que los costos laborales excesivos están contribuyendo a la informalidad, donde la productividad es menor.

Otro ámbito no menos importante que explica la baja productividad es la existencia de un mercado interno reducido, con presencia de competencia desleal, informalidad y contrabando, además de un contexto favorable al consumo de productos importados.

En lo que respecta al régimen y obligaciones tributarias, el costo en Bolivia está entre los más altos de la región, aun sin IDH. A esto se suma el rezago tecnológico, especialmente en las micro y pequeñas empresas, además de una ausencia de incentivos a la innovación e insuficiente formación de recursos humanos, redes de innovación y servicios de asistencia.

Las razones de la baja productividad suelen ser resultado de las insuficiencias del mercado y de políticas públicas, que alienten espacios no solo en los cuales puedan desarrollarse emprendimientos que incorporen tecnología e incidan en mayor innovación e investigación y desarrollo, sino también en mejores condiciones de mercado y costos equilibrados en materia laboral y tributaria.

En tanto y en cuanto estas condiciones no estén definidas de la manera más razonable posible, es evidente que las insuficiencias inhiben y desmotivan la inversión, la innovación, la tecnología, la investigación y el desarrollo. En suma, desde la perspectiva empresarial, el incremento en la productividad tiene que ver con políticas que exceden la sola promoción de la innovación y el desarrollo tecnológico.

En los últimos años se ha dado un avance importante en infraestructura y comunicaciones; sin embargo, estos logros no están articulados a una visión estratégica que mejore la productividad. La inversión extranjera directa está concentrada en los sectores extractivos y no existe una transferencia tecnológica eficiente hacia otros sectores. En suma, existen mercados y condiciones de operación que limitan la capacidad de inversión en innovación y tecnología, puesto que los ingresos no permiten amortizar los costos de inversión que mejoren la productividad.

En nuestra visión está claro que el futuro de la economía no solo depende de producir más, sino de manera diferente, a fin de lograr mayor complejidad en lo que se produce, la sofisticación y la incorporación de tecnología en los procesos.

Por último, las relaciones entre empresas también afectan a la productividad al favorecer ‘derrames’ de conocimientos e ideas, así como sinergias y coordinación en la toma de decisiones, efectos que emergen con frecuencia en los clústeres de empresas.

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