Opinión

¡Qué bueno es el excelentísimo presidente!

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4 de julio de 2019, 4:00 AM
4 de julio de 2019, 4:00 AM

Nuestro bondadoso presidente acaba de anunciar que gastará una friolera de millones en potenciar la Caja Nacional de Salud. Promete llenar el país de hospitales para la Caja y equiparlos hasta más arriba de la azotea.

¿Conoce usted la Caja? ¿Ha tenido valor para pedirle algún servicio? Es un seguro médico obligatorio para los trabajadores, que no es seguro ni es médico. Solo es obligatorio. La institución es un inmenso fraude cruel, porque juega con vidas y dolores. La Caja, como los señores Montenegro o Diaz, es un delincuente que pasea por nuestras calles de la mano de autoridades cómplices. Somos millones los que pagamos obligados el servicio para que la Caja nos dé maltrato, abandono y muerte.

Al presidente se le ocurre inyectar millones a una institución que debiera desaparecer. Quiere dar vida a nuestro enemigo. Le han aconsejado que compre votos ofreciendo lo que más necesitamos. Él tiene mala conciencia porque el único hospital bueno es el que hizo para sí mismo. Entonces, ofrece hospitales. Como no sabe lo que sucede y no sabe lo que nos hace falta, los piensa para la Caja, que se queda con el 10% de nuestros salarios, sin darnos nada a cambio.

Si de verdad quisiera beneficiarnos, no le regalaría hospitales a la Caja ¿Acaso es dinero lo que le falta? Lo que necesita la Caja con urgencia es una nueva estructura sana, limpia, técnica, eficiente. Necesita renacer como institución capaz de ofrecer atención y soluciones a la salud de los trabajadores. En esa nueva estructura empresarial, será clave un sistema de selección y conducción de personal del más alto nivel humano y técnico, desconectado de los vaivenes políticos y sin derecho a huelga.

El presidente, como su equipo, no sabe lo que es la Caja. Nunca ha pensado cómo debiera ser. No se ha dado cuenta del crimen que ofrece, pero la desesperación no lo deja pensar. Con angustia busca promesas y regalos para comprar las esperanzas y los apoyos que dilapidó por 13 años. Ha escuchado que la Caja es una herida nacional sangrante, pero hace tanto tiempo que está lejos de la gente que ya no recuerda lo que es la Caja. Nos cree tontos y se imagina que nos va a nublar la vista con solo mencionar montañas de dinero.

No necesitamos que pinten de colores los muladares de la patria. No necesitamos que les pongan música. No necesitamos mentiras, ni soberbia, ni corrupción desbocada. Ni la Caja ni nosotros necesitamos limosnas, por grandes que sean. Necesitamos una patria en la que podamos trabajar y producir, en la que nuestros niños crezcan en escuelas que cultivan su inteligencia, su sociabilidad y su fuerza de voluntad. Necesitamos médicos cálidos y sabios. Necesitamos jueces justos. Necesitamos una Bolivia en la que vivamos orgullosos de nuestra gente, de nuestras culturas, de nuestra alegría. Necesitamos un país que pueda soñar y convivir.

Con la desafortunada promesa, Evo nos demuestra con chuis que el No de aquel 21 de febrero es imperiosamente necesario. Hace trece años no eran sabios, pero sabían más de nuestra vida y entendían algo de nuestros dolores. Después de la larga borrachera de poder ya no saben lo que sufre su pueblo, ni recuerdan a qué vinieron. Por eso necesitamos que se renueven los presidentes, que vengan cada cinco años con fuerzas nuevas, con proyectos nuevos que ejecuten con prisa.

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