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18 de noviembre de 2018, 4:00 AM
18 de noviembre de 2018, 4:00 AM

Hasta después de que se desveleró cuánto consiguieron avanzar los partidos en construir o amarrar acuerdos y transacciones, se ha mantenido el impacto de la publicación de dos encuestas, en la última semana de octubre; patrocinadas, una, por un diario nacional y por un canal televisivo paceño, la otra. Lo más notable que atropella la vista al comparararlas es que en la encargada por el canal, Juan Evo Morales Ayma, candidato del MAS, conquista 14 puntos por encima de su contendiente (revisar FB de RTP Bolivia, 25 y 26 de octubre), en tanto que la información del periódico (Página Siete, edición 21/10/18) identifica como triunfador a Carlos Diego Mesa Gisbert, con un margen de dos puntos porcentuales.

Tan grande diferencia incrementa el desconcierto de la mayoría del público y reafirma una generalizada convicción sobre la escasa o nula credibilidad que se suele otorgar a los sondeos electorales y políticos, con base en una dilatada experiencia de comparación entre las brechas que suelen hallarse entre sus pronósticos y los resultados reales de las votaciones. Si además nos adentramos en la consideración de la consistencia técnica de la información obtenida, el enfoque de la formulación de las preguntas y las formas seleccionadas para presentar la información, aumentan las razones para que se multipliquen las dudas y reservas. Sobre una base tan resbaladiza, es posible, sin embargo, intentar un análisis para rescatar la información útil que eventualmente pueden contener estos estudios.

Las coincidencias que se encuentran entre ambos, dan posibilidades mayores de encontrar pistas más sólidas. Los puntos en que las dos encuestas convergen, respecto a intención de voto nacional, son dos: el primero es que, en este momento, existen únicamente dos binomios con posibilidades serias; todos los demás están demasiado alejados para siquiera sobrevivir en una competencia que será brutal. La segunda es que nadie ganar á la primera vuelta, que requiere de un mínimo de 40%.

En las condiciones vigentes esto daría ventaja al candidato opositor porque inclusive si fuese cierta la enorme diferencia que encuentra la encuesta del canal, porque tiene mayores posibilidades de cosechar el 35% de votos que no apoyan al oficialismo. Como clara referencia de esto, según el canal, el puntaje que acumulan los candidatos menores (opositores) llega solo al 16%, mientras asciende al 24%, para el diario; pero, en ambos casos, alcanza una magnitud suficiente para decidir el resultado de una segunda vuelta. Un segundo campo a explorar son los temas que ha tocado una de las encuestas y la otra no (o que es presentado públicamente por una sola).

En ese espacio, la encuesta del periódico detecta que el 37% de encuestados piensa que “las cosas irán peor si el actual presidente no es reelegido”, frente a un 24% que está convencido que mejorarán y un 30% de los escépticos no esperan cambios en la situación.

Ese 37% puede reflejar el máximo de votos (techo) que apuesta por la continuidad del régimen, que viene haciendo campaña ininterrumpida desde el año 2006, tratando de explotar a su favor el temor social a cambios de la situación; en tanto que el optimismo del 24% marca el mínimo (piso) de quienes lo resisten. El 30%, desencantado y sin mayores expectativas, viene a ser la franja de disputa con más posibilidades, en principio, de captarse por los opositores, en la medida en que no se imponga entre ellos la tendencia de inclinarse (lo confiesen o no) por los ajustes estructurales y operaciones quirúrgicas en la economía, que comentaristas y asesores han empezado a a propagandizar intensamente. El referendo de 2016 y las elecciones judiciales probaron que las campañas del régimen, basadas en el miedo y la agresión, caen derrotadas por la decisión espontá- nea de nuestra sociedad, hastiada de ellas y del metódico abuso de poder practicado por el régimen. Esa es la base real para desenvolver un horizonte de trabajo colectivo que trascienda el hartazgo y se concentre en la construcción de un país menos vulnerable a las traiciones y embaucamientos de los políticos profesionales.

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