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13 de marzo de 2019, 4:00 AM
13 de marzo de 2019, 4:00 AM

El nombre de Virgilio Vega Terrazas no es muy conocido entre los cruceños de antaño ni entre los de última promoción, a tal punto que, si en este preciso momento se hiciera un sondeo de opinión, muy pocos encuestados responderían adecuadamente. Más popular podría resultar don Justo Bazán, famoso por sus bandos carnavaleros. Sin embargo, don Virgilio Vega, fue mucho más serio y más respetable: fue diputado del MNR, representante del gremio de los peluqueros, y perteneciente al sector ‘lechinista’, para más señas. Pero no fue un parlamentario levanta manos cualquiera y, prueba de ello, es que fue el proyectista de la Ley interpretativa del 6 de noviembre de 1956, que zanjó el pleito entre la Ley Busch de 1938 y el Código Davenport de 1955, que pretendía escamotear las regalías del once por ciento asignadas a los departamentos productores de petróleo.

De no haber sido por la salida legal a la que acudió don Virgilio, con seguridad que las luchas cívicas se hubieran prolongado ‘sine die’ y que la Santa Cruz de antaño, la del carretón, hubiera demorado más años en salir de su letargo de siglos. Gracias a la Ley Vega, el Comité pro Santa Cruz, estuvo en condiciones de exigir al gobierno de Hernán Siles Suazo su promulgación con carácter de urgencia, a fin de que se empezara a efectuar el desembolso de dichas regalías, incluido todo lo devengado desde la vigencia de la Ley Busch, que sumaba un monto considerable. El presidente Siles desestimó la demanda cívica alegando que el movimiento popular que la respaldaba, encubría un “brote separatista”, siendo que Santa Cruz, desde mucho antes, aspiraba a ser “capital de la República y no cola de país vecino”.

Consiguientemente, las luchas cívicas deben ser desglosadas en dos partes. La primera, tuvo por escenario el Parlamento, donde los congresistas cruceños de las filas del MNR, colocados ante la disyuntiva de estar con su pueblo o con el Gobierno, se jugaron por la primera opción. Correspondió al movimientista Rubén Julio, presidente del Senado, la promulgación de la Ley Vega el año 1957, rompiendo el veto impuesto por el presidente Siles. Sin embargo, esta gloriosa brigada jamás recibió el reconocimiento condigno por parte del pueblo cruceño, y nobleza obliga. La segunda, estuvo a cargo del Comité pro Santa Cruz y terminó empañada y politizada por los enfrentamientos entre facciones de la Falange Socialista Boliviana (FSB) y del MNR, cuyo desenlace fue el desbande de los ‘unionistas’ debido a la intervención de los campesinos de Ucureña y del ejército gobiernista, que invadieron la ciudad con el pretexto de sofocar el supuesto brote separatista, que más parecía brote conspirativo, común y corriente. Así lo describe Orlando Mercado Chávez, en su obra La guerra de los talones, y nosotros podemos dar fe de ello porque también nos tocó estar allí (en la propiedad de la familia Perrogón, ubicada en las proximidades del ingenio azucarero La Bélgica), en el momento que se ‘organizó’ el gran escape, el 26 de junio de1959.

Por lo general, nuestras autoridades son afectas a dispensar condecoraciones a granel en cada fecha cívica, sin reparar en los merecimientos reales del recipiendario, salvo honrosas excepciones. Un caso cuestionable tiene que ver con el ex brigadier Francisco Xavier Aguilera, con cuyo nombre fue nominada una de nuestras calles, olvidando que el homenajeado, fue un cruceño realista hasta la médula, que se opuso ferozmente a nuestras aspiraciones de independencia y autodeterminación. Sin embargo, estas mismas autoridades, han ninguneado impunemente a Virgilio Vega, no obstante haber sido, en gran medida, el artífice de la independencia económica y social de nuestro pueblo. Particularmente, la entidad que no ha hecho absolutamente nada por reparar la injusticia, es el Comité pro Santa Cruz, y no quisiéramos pensar que se deba a rencillas del pasado habidas entre falangistas (léase comiteístas) y emenerristas, que creíamos superadas desde cuando ambos bandos fumaron la pipa de la paz para encumbrar la dictadura del general Hugo Banzer.

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