Opinión

¡Si nosotros no mentimos!

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3 de enero de 2019, 4:00 AM
3 de enero de 2019, 4:00 AM

El presidente Evo Morales se va a Chapare (Cochabamba) a preparar su informe anual y, antes de nada, sin que venga a cuento, nos asegura que no miente. Como el niño que rompe un vaso y corre a decir a mamá que él no fue. Cuando alguien se excusa, cuando se defiende antes de que lo acusen, es porque se sabe culpable. Se declara culpable.

Todos los años, en su informe anual, nos atiborran de cifras y cifras, como si el logro fuera gastar muchísimo dinero. Mentira. Es engaño alegrar a la población con lo que no es éxito ni logro, con el dato vacío y neutro del dinero. No importan los montos gastados. Importan los objetivos que se buscaban y la eficacia con que se alcanzaron. Importa la inteligencia con que se pensó gastar esos dineros y la cuidadosa seriedad con que se dio cada paso para llegar acertadamente a la meta esperada. No importa que se inflen números ni que se inventen maravillosas proyecciones. Interesan resultados. Interesa calidad de vida alcanzada por nuestro pueblo para hoy y para mañana.

Nadie duda de que se han manejado fortunas. Sabemos que el volumen de las cifras es mayor que lo que ha recibido jamás el país en toda su historia. ¿Y qué? Al Capone también manejó fortunas increíbles, pero ese dinero sirvió para acumular poder, para matar, para delinquir. Donald Trump maneja fortunas mayores, pero el poderío lo utiliza para proyectar sus desprecios y sus fantasías. Hugo Chávez tuvo más de lo que sabía, pero dilapidó irresponsablemente todo, hasta dejar en la ruina al país más rico del continente.

Lo que debe informar el Gobierno a fin del año, sin disculparse, es para qué gastó lo que gastó y qué consiguió. Si gastó en proyectos necesarios o si gastó en absurdos. Si gastó lo que debía o si se podía haber alcanzado lo mismo con menos. Si se gastó para servir al país o si se gastó para beneficiarse a sí mismo.

El actual Gobierno ha recibido miles de millones por la venta de gas y se ha prestado otros tantos más. ¿Para qué? ¿Con ese dinero ha logrado que el país sea autosuficiente? ¿O seguimos dependiendo de que se encuentren nuevos pozos de petróleo? ¿Cuánto ha mejorado el desarrollo personal de cada alumno de nuestras escuelas? ¿Cuánto más son capaces de servir a la sociedad nuestros nuevos profesionales? ¿Cuánto más somos capaces de realizar, de pensar, de ofrecer, de crear, de producir, de vivir? ¿Cuánto mejor es cada ciudadano y cuánto más podemos disfrutar de la vida? No necesitamos saber cuánto han despilfarrado, sino cuánto hemos avanzado.

Pueden inaugurar mil escuelas. El tema es si esas mil y todas las demás ya no son las tediosas escuelas de antes, si son cordiales y alegres, si despiertan el genio que esconde cada niño nuestro, si lo acompañan. Pueden contarnos que destinaron a salud todo el dinero del mundo. Lo que necesitamos saber es si las postas sanitarias y los hospitales trabajan sin parar para calmar los dolores de todos los que llegan, si los atienden con cordialidad, con alegría, con respeto y con soluciones para los males que tienen solución, si hay camas, enfermeras y médicos para todos, si hay remedios, si hay laboratorios en los que confiemos. Pudieran decirnos que han regalado un millón de modernos tractores. Lo que queremos saber es si el campo produce lo que comeremos y si los agricultores pueden hacer algo más que sobrevivir.

Cuando nos muestren resultados palpables y cuando sintamos el cambio, sabremos que no mienten.

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