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Territorios liberados

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26 de noviembre de 2018, 3:00 AM
26 de noviembre de 2018, 3:00 AM

Hace pocos años le pregunté al expresidente César Gaviria, así, de frente, cuánto del territorio colombiano diría él que es controlado por el Estado colombiano. Sin pensarlo mucho, ni sugerir que la pregunta fuera una torpeza, me respondió: 40%. Es que los colombianos no pueden mentir sobre ese tema. Todos sabemos que los grupos irregulares, con banderas revolucionarias pero con afanes de narcotraficantes y secuestradores, ocupan amplios territorios colombianos.

En esos territorios implantan sus propias leyes, comenzando por autorizar el cultivo de coca y luego, conforme lo exige el crecimiento de la industria, aplicar impuestos a la producción y venta del producto terminado.

Tienen que manejar ejércitos numerosos y eso convierte a los jefes ‘guerrilleros’ en administradores de una logística muy complicada. No incluye a ‘visitadoras’ porque las combatientes no lo permiten. Cuando hay déficit, deben diversificar sus actividades, incursionan en el narcotráfico de exportación en combinación con gobiernos de las mismas inclinaciones y llegan al secuestro de personas para cobrar rescates. Es una historia conocida la de Colombia.

En Bolivia, a raíz del último surgimiento de varios casos de linchamiento tanto en el oriente como en el altiplano, se han hecho intentos de contabilizar los territorios donde el Estado no tiene presencia, ni sus leyes validez.

Hice algunos sondeos sobre este tema, mencionando el cálculo de Gaviria sobre Colombia. Los hice en público, en charlas con universitarios o con profesionales. Y pregunté cuánto del territorio boliviano dirían que es controlado efectivamente por el Estado boliviano. Las respuestas dieron un promedio del 30%. Quizá por una inevitable extrapolación sobre la economía formal y la informal, además de la ilegal.

Mirando el mapa, los vacíos que se advierten son muchos. Para comenzar, el propio ministro de Gobierno, Carlos Romero, admitió que el territorio amazónico, sí, todo el territorio amazónico, es difícil de controlar para el Estado. Ahí le estás quitando 30% al territorio nacional.

Luego entras en detalles y debes admitir que Chapare y los parques nacionales circundantes, que sus adelantados, los ‘interculturales’, van conquistando para la hoja sagrada, le han quitado algo así como 20% del territorio al pretencioso Estado boliviano que dice controlar un millón de kilómetros cuadrados.

Te pones a hilar fino y encuentras que, en realidad, el pueblo altiplánico de Sabaya, donde los contrabandistas le dieron al Ejército boliviano más palizas que los ejércitos de los vecinos, es solo un estandarte de un amplio territorio donde domina el contrabando de ida y vuelta. Se ha informado que esos contrabandistas han logrado que la Policía ‘administre’ ese comercio ilegal, concediendo contraseñas a los camioneros chilenos que de noche ingresan la mercadería, que es cargada en camiones bolivianos, y todo va de perlas.

Todo eso, muy cerca de la presencia, oídos y ojos de las tropas del Ejército, cuyos oficiales han aceptado, gustosos, la invitación a colaborar en el control del contrabando. Quizá no se aclaró a tiempo que control no quiere decir contabilizar ni administrar.

Instituciones que mantiene el Estado, pero que le hacen el juego a los que no reconocen la soberanía del Estado en esos territorios. “Patria o muerte” y viva el “proceso de cambio”.

Y hay otros lunares, o vacíos, en el territorio, de los que no se puede comentar en una columna.

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