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16 de enero de 2019, 4:00 AM
16 de enero de 2019, 4:00 AM

La ilegal inauguración de un nuevo periodo presidencial del venezolano Nicolás Maduro ha desatado repudio generalizado; otra vez, por su insistencia en retener el poder. Como todo déspota, Maduro tiene dos motivaciones para seguir en el empeño prorroguista: el desenfrenado deseo de seguir como el intocable y el acostumbrado a imponer sus caprichos a cualquier costo y, por una parte, su temor a enfrentar la justicia por las tropelías y abusos que cometió.

La demasía de Maduro también es el resultado en su deformada idea de la actual realidad internacional. No tiene en cuenta que, exceptuando a sus tres fieles aliados: Cuba, Bolivia y Nicaragua, y a un vacilante gobierno mexicano, su apoyo no es suficiente para justificar su afán prorroguista. Es más, al parecer no advierte que mayoría de los venezolanos va a luchar en favor de la única alternativa política aceptable: que el mando provisional de la República, cuando hay una quiebra democrática, corresponde constitucionalmente a la Asamblea Nacional, encomendar a su presidente el mando de la republica con el propósito de convocar a elecciones presidenciales libres y transparentes, por primera vez en más de dos décadas. Si Maduro y sus seguidores no aceptan esta realidad, no habrá paz en Venezuela.

La gran mayoría de los países integrantes de la OEA, no reconoce al sátrapa como legítimo gobernante. Está aislado. El aguante de Cuba –esgrimido como ejemplo de resistencia comunista– solo funcionó mientras la isla tuvo el respaldo soviético y, luego, ya disuelta la URSS, con los aportes del chavismo ahora en ruinas. Sus actuales amigos: Rusia, China, Irán y algún otro lejano país, no tendrían que enemistarse con casi todas la naciones de nuestro continente para intentar salvar al dictador.

Y, como una reciente muestra del carácter intemperante y violento del régimen de Maduro, los esbirros detuvieron al parlamentario que preside la Asamblea que ya es presidente interino de Venezuela –”un grave asalto al estado de derecho”. Luego, la dictadura, antes de agravar aún más la crisis política, resolvió liberar al diputado –ahora mandatario. Este retroceso muestra que Maduro está perdiendo la pugna, no solo como resultado de su aislamiento, sino, por la decisión de los venezolanos de desalojarlo del poder.

Maduro apuesta su permanencia indefinida en el poder, usando como siempre la violencia represiva. Pero ahora, la lucha consecuente de los venezolanos, junto a la aplicación de la Carta Democrática Interamericana y la presión internacional, van a abrir la ancha puerta de la democracia en la patria del libertador.

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