El Deber logo
26 de marzo de 2019, 4:00 AM
26 de marzo de 2019, 4:00 AM

En 1930, el botánico ruso, Nikolái Vavílov descubre que ciertas áreas geográficas de la Tierra son los centros de origen de las plantas, que actualmente son el sustento alimenticio de la humanidad. El centro de origen de una especie actual de cultivo es una región donde hace mucho tiempo se inició su proceso de domesticación, además de que en ese sitio existen -parientes silvestres- que dieron origen a ese cultivo. Estos centros de origen no siempre son los lugares donde se encuentra la mayor diversidad de variedades cultivables, debido a que agricultores de otras regiones, pudieron haber desarrollado mayor número de variedades.

Ya entrando en el ámbito nacional, Bolivia es centro de origen y diversidad del noble maíz (Zea mays), de la omnipresente papa (Solanun tuberosum), de la suave yuca (Manihot esculenta), del dulce camote (Ipomoea batata), del dorado mani (Arachis hypogaea), de la nutritiva quinua (Chenopodium quinoa), de la piña (Ananas comosus), del amistoso ají (Capsicum annuum). Todas estas especies han sido domesticadas por antiguas civilizaciones, diversificadas por medio de la agricultura tradicional campesina y diseminados por el comercio y la migración, siendo en la actualidad la base alimenticia del mundo moderno.

El ecocidio anunciado, que el Gobierno masista pretende, al permitir el uso de semillas transgénicas con el pretexto de incentivar la producción de agrocombustibles en esta ocasión, es acatado convenientemente por el feudo agrario oriental, en aras de un incremento irresponsable de la frontera agrícola (+250.000 hectáreas).

El arsenal de leyes que protegen nuestro patrimonio biológico en los últimos años ha sido totalmente ignorado y, en esta oportunidad, se viola (otra vez) la Constitución Política del Estado, la Ley de la Madre Tierra y la Ley de Revolución Productiva Comunitaria, la cual claramente sostiene en su artículo 15(2) que : “No se introducirán en el país paquetes tecnológicos agrícolas que involucran semillas genéticamente modificadas de especies de las que Bolivia es centro de origen o diversidad, ni aquellos que atenten contra el patrimonio genético de la biodiversidad, la salud de los sistemas de vida y la salud humana”.

De concretarse esta intención, la resquebrajada careta pachamamista del Gobierno se hará añicos, demostrando una vez sus biocidas intenciones e instaurando una terrible amenaza a la biodiversidad agrícola y silvestre de Bolivia y a nuestra ancestral seguridad y soberanía alimentaria.

Bolivia es un bastión genético, en sus ecosistemas se reflejan millones de años de evolución y adaptación y los antiguos pueblos lograron comprender su importancia y valor, lo que no ha hecho este Gobierno, que se proclama “indígena y plurinacional”, y lo único que hace es golpear cada vez nuestros recursos naturales con el saqueo, la devastación y la depredación.

La resiliencia es una capacidad de la vida, es la habilidad de regenerarse, pero esta condición tiene límites y mientras aparecen nuevas amenazas (cambio climático, deforestación, contaminación, glifosato, transgénicos) que la afectan, las oportunidades de nuestra supervivencia como nación disminuyen. La vida se abre paso y por nuestro bien, tenemos que dejarla continuar.

Tags