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13 de septiembre de 2018, 4:00 AM
13 de septiembre de 2018, 4:00 AM

El fin último de nuestra lucha contra el autoritarismo es la defensa de un sistema democrático que nos pertenece a todos y que hoy está seriamente herido. El 21-F representa y condensa todas nuestras convicciones y principios democráticos, y es el faro que nos orienta y nos señala el camino en el vértigo y las turbulencias de la coyuntura.

En ese camino hemos librado varias batallas, casi todas con resultados alentadores, pero estamos aún lejos de conseguir la restauración de la democracia plena, que es el bien mayor.

Quiere decir que vienen otras batallas en distintos frentes y que hay que pelearlas todas, de manera simultánea, pero no homogénea. Me explico: hay batallas en las que nuevamente enfrentaremos al Gobierno de forma coordinada y unificada, y hay otras en las que simplemente no podemos ni debemos hacerlo unidos.

La batalla de protesta y de resistencia a la maniobra del MAS que han bautizado como Ley de Partidos, la tenemos que librar juntos, coordinando esfuerzos entre plataformas ciudadanas, partidos políticos, organizaciones sociales y ciudadanía en general. Pero la batalla electoral, en un escenario mañosamente adelantado, no la podemos ni la debemos afrontar con el mismo criterio de unidad; unidos en la resistencia, sí; lo hemos hecho varias veces antes, pasando por alto nuestras diferencias políticas e ideológicas y hemos conseguido victorias muy importantes.

La ciudadanía creo que ha comprendido y ha valorado ese espíritu, porque entiende que en la defensa del 21-F y de la democracia no caben diferencias de orden político. Pero esa misma ciudadanía, entiende también que si se trata de afrontar unas elecciones, esa unidad tan bien valorada en la defensa de la democracia, puede convertirse en una juntucha que intente llevarnos al pasado; y eso es algo que muy pocos están dispuestos a tolerar.

Una candidatura única de oposición representaría, para una mayoría de la gente, el retorno a las megacoaliciones del pasado, que terminaron siendo vistas como un negocio entre políticos, que nada tenía que ver con los anhelos y los intereses de la gente.

Lo mismo ocurriría con una alianza parcial que metiera en la misma bolsa a partidos que no ven al país ni a la política de la misma manera y que, a título de unidad, estarían embarcándose en un simple proyecto de poder; y hay que decirlo: reemplazar a un proyecto de poder como el MAS con otro, no parece ser la mejor idea.

El reto del adelantamiento del proceso electoral no debe desesperarnos y menos aún ponernos en jaque e inducirnos al error; el reto debe ser asumido sin temor y sin el complejo de que ir a las primarias y a las elecciones significa traicionar la lucha por el 21-F, porque eso sencillamente no es verdad.

Tenemos que enfrentar todas las batallas al mismo tiempo, con tácticas y estrategias diferenciadas porque ese camino se presenta como el más indicado para recuperar la democracia y construir un proyecto político nuevo, capaz de derrotar al MAS. Debemos hacerlo todo al mismo tiempo porque así se presentan las circunstancias, que todos sabemos que han sido forzadas por el MAS para beneficio propio, pero que son las circunstancias en las que tenemos que pelear, nos gusten o no nos gusten.

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