29 de octubre de 2020, 5:00 AM
29 de octubre de 2020, 5:00 AM

LLa anulación del requisito de los dos tercios para la aprobación de una buena cantidad de normas y procedimientos en la Asamblea Legislativa en su último día de vigencia no debe ser entendida como la acción final de los legisladores salientes, sino como la primera medida del nuevo Gobierno de Luis Arce que jurará el 8 de noviembre.

Los legisladores del MAS salientes no actúan por iniciativa propia, eso se sabe desde el año 2006, sino que obedecen a estrategias e instrucciones que vienen de otros niveles del partido, y en ocasiones incluso esas decisiones tienen origen en los gobiernos de Cuba o Venezuela, que de democracia conocen muy poco o nada.

El nuevo oficialismo parlamentario no tendrá los dos tercios a los que se acostumbró estos años; por tanto, para seguir controlando los destinos del país a su manera el MAS decide cambiar las reglas de juego al decidir que ya no se necesitarán esos dos tercios, sino simplemente la mayoría, es decir, la mitad de los votos más uno que ellos tendrán por los próximos cinco años.

En pocas palabras, eso es acomodar las reglas del juego a las condiciones del que tiene la sartén por el mango y desconocer por completo la democracia parlamentaria de equilibrios y contrapesos, donde en unos casos la mayoría tiene facultad de decidir y en otros tiene la necesidad de buscar acuerdos con la oposición.

Al vulnerar ese principio, el MAS no solamente está desconociendo el mandato de los legisladores opositores, que son tan representantes de la voluntad popular como ellos, sino que además está dando la señal de que el nuevo Gobierno no será diferente a los 14 años de Evo Morales como algunos ingenuamente creían.

Un partido que se aprovecha de la democracia para llegar al poder y enseguida desconoce las reglas de esa democracia de la que se beneficia, demuestra que en realidad se siente incómodo con el sistema político de derechos y equilibrios, y se siente más a gusto en las aguas del autoritarismo.

La medida, entre otras cosas, viene a despejar de manera temprana las dudas que existían en los días recientes en torno a la pregunta de si Luis Arce gobernaría por él mismo o por la influencia de Evo Morales y Álvaro García Linera, y si, finalmente, con el nuevo presidente todo sería igual que los 14 años del MAS.

El día que ganó la elección, Luis Arce dijo que gobernaría para todos los bolivianos y que haría un Gobierno de unidad nacional; nueve días después demostró otra cosa.

Esa primera señal parece mostrar una ruta de comportamiento político del MAS igual a la de los 14 años, pero lo que ya no es igual es la actitud de la ciudadanía, que durante muchos años delegó a los partidos de oposición su derecho a disentir, y ante el fracaso de estos decidió tomar por cuenta propia la necesidad de hacerse escuchar en las calles, normalmente con movilizaciones pacíficas.

Esa lección aprendida en las movilizaciones de octubre y noviembre del pasado año podría imprimir una dinámica diferente al ejercicio de la política en el país.

Al mismo tiempo, los dos partidos de oposición que integrarán la Asamblea Legislativa son nuevos, prácticamente todos sus legisladores están ocupando por primera vez esa función y también ellos, partidos opositores y sus legisladores, se estrenarán con la norma de la anulación de los dos tercios. Por la manera cómo asuman o enfrenten esa modificación del reglamento se conocerá de qué madera están hechos.



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