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9 de enero de 2019, 4:00 AM
9 de enero de 2019, 4:00 AM

Cuenta la historia que una vez se reunieron todos los sentimientos y cualidades de los seres humanos.

Cuando el aburrimiento había bostezado por tercera vez, la locura propuso: ¿por qué no jugamos al escondite?

De pronto saltó la intriga, levantando una ceja y la curiosidad, sin poder contenerse, preguntó: ¿qué es eso y cómo lo haremos?.

Es un juego, dijo la locura, yo me tapo los ojos y cuento desde uno hasta un millón mientras ustedes se esconden. Cuando termine de contar, el primero de ustedes a quien encuentre ocupará mi lugar.

El entusiasmo y la euforia bailaban y saltaban, al igual que la alegría, y terminaron por convencer a la duda y a la apatía.

Pero no todos quisieron participar, la verdad prefirió no esconderse ¿Para qué? si al final, a la corta o a la larga, siempre la encuentran. La soberbia opinó que era un juego tonto, pero le molestaba que la idea no se le había ocurrido a ella.

La cobardía prefirió no arriesgarse y la locura comenzó a contar: 1, 2, 3... La primera en esconderse fue la pereza, que se dejó caer tras la primera piedra del camino. La fe subió al cielo y la envidia se escondió tras la sombra del triunfo, con su propio esfuerzo había logrado subir a la copa del árbol más alto.

La generosidad no alcanzaba a esconderse, cada sitio le parecía maravilloso para sus amigos. ¿Un lago cristalino? Ideal para la belleza. ¿La hendidura de un árbol? Perfecto para la timidez. ¿Una ráfaga de viento? Magnífico para la libertad. Así que terminó por ocultarse en un rayito de sol.

El egoísmo encontró un sitio muy bueno; ventilado, cómodo, pero solo para él.

La mentira se escondió en el fondo del océano (mentira, la verdad es que se escondió detrás del arcoíris); la pasión y el deseo en el centro de un volcán. El olvido... no recuerdo dónde se escondió.

Y así, uno tras otro fueron encontrando su lugar ideal.

Cuando la locura contaba 999.999, el amor aún no había encontrado sitio, pues todo se encontraba ocupado. De pronto divisó un rosal y, enternecido, se metió entre sus flores.

Locura llegó al millón y empezó a buscar a los sentimientos. La primera que encontró fue a la pereza, estaba a tres pasos de la primera piedra cercana a ella. Escuchó vibrar los volcanes y encontró a la pasión y el deseo. En un descuido encontró a la envidia y pudo deducir fácilmente dónde estaba el triunfo.

De tanto caminar, la locura sintió sed y al acercarse al lago descubrió a la belleza, allí al lado encontró sentada en la orilla del lago a la duda, aún sin decidir dónde esconderse.

Así fue encontrando a todos, el talento entre las hierbas frescas, la angustia en una cueva oscura, a la mentira detrás del arco iris (falso, ella se había escondido en el fondo del océano). Y también encontró al olvido, que ya se había olvidado que estaba jugando.

Pero solo el amor no aparecía por ningún lado.

Feliz y triste a la vez, porque no encontraba a amor, siguió con la búsqueda minuciosa por cada espacio de aire, mar y cielo.

La locura buscó detrás de cada árbol, en cada arroyo, en la cima de las montañas y cuando estaba por darse por vencida divisó un rosal, tomó una horquilla y comenzó a mover las ramas, cuando de pronto un doloroso grito se escuchó salir del rosal.

Las espinas habían herido los ojos de amor, locura no sabía qué hacer para disculparse, lloró, rogó, pidió perdón, imploró y prometió ser su lazarillo desde ese momento y para siempre.

Esa es el motivo que unió al amor y la locura, porque desde entonces, desde el juego del escondite el amor es ciego y la locura siempre lo acompaña.

Locos y ciegos de amor, son términos comunes, cuando germina el noble sentimiento en los corazones.

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