Ejemplo. La matriarca de la familia Rivero Jordán cuenta cómo apuntaló la empresa que abrazaron sus hijos y sus nietos. Una historia de vida y amor

El Deber logo
22 de agosto de 2018, 4:00 AM
22 de agosto de 2018, 4:00 AM

Pensamientos y recuerdos intensos salen de sus alegres labios. Escarbó sus memorias y llegaron como una lluvia calma los días en que nació el amor por Pedro Rivero, hace casi siete décadas. Y ya no pudo ocultar el brillo de sus azules ojos.

La promotora de la obra que hoy es EL DEBER, narra cómo nació este medio de comunicación y cómo impulsó a su esposo a dar los primeros pasos en el emprendimiento, al que se sumó su prolífica descendencia, abrazando con la pasión que ella les transmitió por las venas.

Visionaria. Estimuló a su esposo a comprar este medio de comunicación para que él siga sus sueños

¿Cuándo nació el idilio con su esposo?

A Pedro lo conocí cuando él cursaba el 4.º año de secundaria, en el colegio Nacional Florida, en 1948. Luego tuve la oportunidad de que me lo presenten en el cumpleaños de mi amiga Betty Olmos, era un 17 de agosto. Yo estaba invitada a esa fiesta y como soy bailadora no me quedaba sentada. Y resulta que Pedro estaba de mosquetero, no fue invitado y miraba de lejos el buri, al final se animó, me sacó a bailar y se me declaró, (como llamábamos antes), la declaración de amor era cuando el varón le decía a la dama que estaba enamorado de ella.

Ambos eran muy jóvenes ¿Cómo prosperó ese romance?

Él todavía no había salido bachiller. Continuó el colegio, culminó esa etapa y mi suegra, la señora Blanca Elena Mercado, que por cosas de la vida había sido compañera de colegio de mi madre, así que se conocían desde hacía muchos años, quería que Pedro sea médico.

Antes las mamás no dejaban que sus hijos elijan su carrera, ellas decían lo que debían estudiar, o sea, no tenían voz ni voto, y tenían que obedecer lo que los padres estaban dispuestos a darle; eso pasó con Pedro. Como la señora Blanca, que enviudó muy joven, ella decidió que él sea médico e hizo todos los trámites para equiparlo y mandarlo a estudiar a la Universidad San Simón en Cochabamba, vendió no sé cuántos sueldos de maestra para darle a su hijo todo lo indispensable.

¿Usted qué opinó cuando se enteró de que él se iría?

Cuando yo vi la cosa en serio y entendí que mi suegra estaba alistando todo para enviar a Pedro lejos de mí, lo vi a él un poco tristón, no estaba muy entusiasta, porque a él desde joven le gustaba el periodismo y las letras; pero debía obedecer.

Yo tenía conocimiento que estando en la secundaria él creó dos periódicos pequeños, junto a otros compañeros, uno se llamaba El Chancletazo y el otro, El Tijeretazo.

Cuando llegó el momento que debía irse, hacía seis meses que enamoraba conmigo, le pedí que no defraude a su madre por todo el esfuerzo que había hecho para que él se vaya y le dije: “Intentá y ve si te gusta la Medicina, por mí no te preocupés, que yo te voy a esperar el tiempo que sea necesario hasta que regresés profesional. Yo no me animo a formalizar con un hombre que no tenga profesión, sos un hombre inteligente y no te podés quedar sin profesión, andá”. Y se fue a Cochabamba.

¿Cómo mantuvieron el contacto en ese tiempo?

Pasó el tiempo y estuvo seis meses allá. Me contó un colega suyo que a él nunca le importó leer los libros de anatomía, lo que hacía era escribirme cartas. Yo recibía de Cochabamba cada semana tres cartas, ya me daba vergüenza entrar al Correo porque se reían de mí las personas que trabajaban ahí.

Al final se volvió, se dio cuenta de que no era para médico y a mi suegra le dolió mucho, después del gasto tan fuerte que tuvo que hacer para mandarlo. Entonces le volví a decir: “Mirá Pedro, sos un hombre inteligente y no podés quedarte sin profesión, inscribite a la carrera de Derecho en la Uagrm, porque te anticipo que yo no me voy a casar con un hombre que no sea profesional”, y fue a inscribirse.

¿Usted también se formó?

Terminé la primaria y unos tíos que tenía en Cochabamba me pidieron para que yo me fuera, obedecí y fui a estudiar en el colegio Irlandés, luego regresé e ingresé a la universidad, estudié Secretariado Comercial. Mi docente de castellano fue el Dr. Antonio Landívar Serrate y posteriormente él me recomendó para un trabajo. Así empecé a ganarme la vida, mientras tanto Pedro continuaba estudiando, hasta lograr la licenciatura.

Dúo. Los inolvidables años mozos de la dama y su eterno galán enamorado

¿Cuándo se casó?

Como mi padre era un hombre muy celoso, me costó convencerlo de que acepte a Pedro sin haber culminado la carrera. Nos casamos el 21 de febrero de 1953. Luego insté a Pedro a que continúe estudiando y que no se quede solo con la licenciatura, lo apoyé dándole todo el empuje; hice lo que estuvo a mi alcance para ayudarlo, solicité unos expedientes para que estudie y rinda su examen de corte. Ese fue un paso importante.

¿Cuándo decidieron hacer empresa?

Pedro se tituló como abogado y no ejerció la profesión porque le gustaban las letras y la literatura. Tengo tan buenos recuerdos de él que guardo celosamente, entre ellos dos libros escritos por su puño y letra con todas las poesías, cartas, prosas y dedicatorias para mí; son dos cuadernos de más o menos 100 páginas. Con los años los hice empastar y se los regalé cuando cumplimos 60 años de casados; luego esos encuadernados volvieron a mis manos.

Él tenía mucha facilidad para escribir historias jocosas, que no había motivos para aburrirse con un hombre así.

EL DEBER fue fundado por un tío carnal de Pedro, el Dr. Lucas Saucedo Sevilla, y circuló dos o tres años más o menos; no tengo certeza de por qué lo clausuraron, pero cuando le sugerí a Pedro que compre el nombre, hacía siete años que se había cerrado.

¿Usted lo impulsó a adquirir EL DEBER?

Estaba convencida de que a Pedro lo que le gustaba era escribir, entonces le dije: “Por qué no intentás reactivar ese periódico, hablá con tu primo hermano y solicitale que te venda el nombre”. Habló con su pariente y le compramos el nombre del periódico en Bs 1.450.

Así reapareció EL DEBER. En esa época, había en Santa Cruz cuatro periódicos, El Comercio, La Época, La Crónica y otro. Nos animamos a lanzarlo y a luchar contra la competencia.

Iniciamos de cero, con 800 números, la base principal era tener buenos vendedores, los canillitas fueron nuestros grandes aliados. Mis hijos mayores tenían 12 y 13 años. A las cinco de la mañana, Willy (Guillermo) y Choco (Pedro), antes de ir al colegio, ponían su fajo en su bicicleta e iban a distribuir a los vendedores, regresaban a casa y desayunaban, para irse al colegio.

¿Qué papel desempeñaba usted en EL DEBER?

Administradora, vendedora de avisos, atendía a los voceadores y era la secretaria de Pedro. En esas épocas los periódicos que circulaban no salían los lunes y nosotros sí, yo les daba desayuno a los canillitas, a las 6 de la mañana estaba dándoles api o café con panes o empanadas, con eso me los gané y teníamos muchos vendedores.

No solo me dediqué a buscar avisos en Santa Cruz, acompañaba a Pedro a Montero, a Portachuelo, a Guabirá, a Buena Vista, porque un periódico no vive de la venta, sino de la publicidad.

Aprendí a atender personalmente a los clientes. Madrugábamos con Pedro para recoger a las 6:30 el periódico de la imprenta de don Lucas Saucedo, traíamos en nuestros hombros y entregábamos a los canillitas para que vendan.

¿Cómo se involucraron sus hijos en la empresa?

Felizmente todos nos apoyaron, los varones entraron desde muy jóvenes y luego fueron a la universidad para seguir apuntalando la empresa. Eso sí, a mis hijas les dije que no elijan carreras largas, lo que yo necesitaba eran secretarias y las envié a estudiar Secretariado Comercial a Buenos Aires, de allá regresaron a trabajar. Aquí siguen todos, ahora también mis nietos.

¿Sugería usted nuevos productos, temas o sectores?

Pedro tenía una agenda muy apretada, porque yo le hacía contactos con autoridades y empresarios, del país y del extranjero. Con el tiempo mucha gente lo visitaba. Nos convertimos en un referente del periodismo en el país y fuera de él, gracias a que se hace periodismo independiente.

Sí, yo también sugería sectores para ganar audiencia, atendiendo lo que proponían los lectores a través de cartas o viendo las necesidades de la población.

Se fueron creando cada uno de los suplementos a medida que pasaba el tiempo y Para Ellas lo fundó Pedro, él nunca claudicó y siguió adelante mejorando cada vez el producto. Como director dijo que faltaba algo para promocionar a mujeres valerosas dándoles un espacio. Así nació esta revista, con todo el amor y la dedicación para la mujer cruceña y boliviana. Y se convirtió en un aporte valioso para la sociedad.

Felicidades a Para Ellas por 32 años ininterrumpidos de esta loable labor al servicio de la mujer.

Gratos recuerdos. La pareja durante un paseo por alguna alameda de la polvorienta ciudad a mediados del siglo pasado. Enamoraron cuatro años

Una poesía de amor inolvidable

Rosa,

Pronuncio tu nombre con el corazón, buscando, al decirlo, la paz y el sosiego, sale de mis labios, como una oración, implorando al cielo que inunde en mi pecho la luz de tus ojos como un único don.

Quiero conservar en mis noches largas; ¡la suave caricia de tus manos blancas!.

Tus ojos tan claros, que en horas amargas, guiaron los míos hacia un mundo nuevo, brotando rosales e inundando de risas en mi corazón tan lleno de penas ¡que ha vuelto a latir con aquellas brisas! desde que he sentido tu cálido aliento, desde que alegraste mi triste destino.

Parece que sueño con alegres vientos, con luces de fiesta mi nuevo camino, con nubes que me alzan en pos de la dicha, ¡la dicha inefable de estar junto a vos!

Tuyo para toda la vida,

Pedro

(Febrero de 1949)