El líder ruso cumple dos décadas en el Kremlin, pese a las críticas a su forma de gobierno goza de gran popularidad 

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9 de agosto de 2019, 8:56 AM
9 de agosto de 2019, 8:56 AM

El exagente de la KGB cumple dos décadas en el Kremlin. A pesar de las críticas por su autoritarismo y la represión policial a la oposición, Putin goza de popularidad. Inamovible, parece determinado a mantenerse al mando de Rusia.

Cuando Vladimir Putin fue nombrado primer ministro por el entonces presidente Boris Yeltsin el 9 de agosto de 1999, era un desconocido para la mayoría. Antes de su nombramiento, se desempeñaba como jefe del FSB, el servicio de inteligencia ruso, como fue rebautizada la KGB.

En esa época, muchos pensaban que el nuevo primer ministro continuaría las reformas democráticas de los años post-soviéticos, manteniendo a Rusia sobre el camino de la economía de mercado así como reinstaurando el orden en el Cáucaso.

Sin embargo, desde el comienzo Putin mostró que gobernaría con mano de hierro. Poco después de su nombramiento, desató la segunda guerra en Chechenia, un conflicto sangriento en el que murieron entre 50.000 y 100.000 civiles, aunque no hay cifras oficiales. "Iremos a matar a los terroristas hasta en los baños", afirmó en aquel entonces.

Putin se convertiría en presidente encargado cuatro meses más tarde, cuando Boris Yeltsin presentara su renuncia el 31 de diciembre de 1999. Durante su alocución televisiva, explicó que dejaba el país en manos de un hombre que tendría la tarea de "consolidar la sociedad" así como de "garantizar las reformas".

Una primera década de popularidad y un Putin menos pro-occidente

Su imagen de hombre fuerte y la guerra en Chechenia le dieron a Putin mayor popularidad. Tanto así que ganó la elección presidencial del año 2000 con el 53% de los votos y la de 2004 con el 72%.

En sus primeros diez años en el poder, la sociedad rusa fue saliendo de la pobreza gracias a los ingresos provenientes del petróleo. También se fortaleció la presencia del Estado después de la caída del URSS y retomó el control de los medios, otrora en manos de oligarcas.

Poco a poco fue mostrándose menos abierto a las relaciones con Occidente. Un punto de giro es la "Revolución naranja" en Ucrania en 2004, que culmina con la elección de un presidente pro-occidental. Putin lo considerará como una injerencia en su "patio trasero". Su toma de posición más contundente vendría luego con el discurso pronunciado en Múnich en 2007, lleno de acusaciones contra EE.UU.

Mando alternado entre Putin y Medvedev

En 2008, la Constitución no le permite aspirar a un tercer mandato presidencial consecutivo. Empero, encuentra la manera de mantener las riendas del poder. Dimitri Medvedev es elegido presidente y Putin, jefe de gobierno. Una alternancia que ha funcionado hasta la fecha.

Entre tanto se multiplicaron las crisis que han desmejorado las relaciones ruso-occidentales. La guerra en Georgia en 2008, la intervención occidental en Libia tres años más tarde considerado por Moscú como una traición y la crisis ucraniana en 2014 que se saldó con la anexión de Crimea a pesar de las denuncias de la comunidad internacional.

La guerra en Siria, es el último en la lista. Moscú es un aliado de Damasco de larga data. En 2015, cuando se pensaba que los días del presidente sirio Bashar al-Asad estaban contados, Putin salió a su rescate, recibiéndolo en el Kremlin a pesar del rechazo internacional. Con este gesto, Rusia se convirtió en un actor determinante en el conflicto en el Medio Oriente.

La era post-Putin en construcción

Mientras Vladimir Putin le devolvía a Rusia su lugar central en la esfera internacional, en casa, la situación ha venido cambiando. El mandatario ha sabido acallar las voces disidentes y críticas con él a lo largo de sus años en el poder. Se ha mostrado cada vez más conservador, defendiendo a capa y espada los valores tradicionales y conservadores de la Iglesia ortodoxa, por oposición a la "decadencia" occidental. A esto se suma un retroceso de las libertades públicas en nombre del orden y de la estabilidad.

Por ejemplo, hace pocas semanas las autoridades prohibieron a los candidatos de oposición presentarse a las elecciones municipales de septiembre próximo en varias ciudades importantes, incluyendo a Moscú. Los moscovitas salieron a la calle para manifestar contra esta decisión. La policía reprimió a la fuerza y violentamente toda manifestación, más de 1.000 personas fueron detenidas.

Esta represión podría beneficiar a las autoridades locales. Denis Volkov, un experto del centro de estudios Levada Center explicó a la BBC que "Los jóvenes partidarios de la oposición no acudirán a las urnas, mientras que las generaciones mayores con las que cuentan las autoridades votan lo mismo por costumbre".

El futuro de Putin, a largo plazo es incierto. Como lo indica la Constitución, no podrá volver a presentarse para un nuevo mandato en 2024. A esto se suma que su popularidad, que alcanzó su máximo nivel tras la anexión de Crimea, viene en caída desde 2018. Esto se explica por una reforma pensional que no ha sido bien recibida por una población cuyos salarios bajos no paran de disminuir desde hace cinco años.

Georgui Bovt, analista político de la emisora Business FM, explica que "en la actualidad, tanto Putin como su entorno buscan una manera de no dejar el poder", pues el presidente ruso considera que tiene "una misión histórica que realizar".

Por ahora la clase dirigente se pregunta cuáles son las intenciones de Vladimir Putin, de 66 años. Entre las opciones posibles está volver a ser Primer ministro como ocurrió entre 2008-2012, designar un sucesor como hizo con él Yeltsin o darse una función honorífica que le permita seguir manejando los hilos del poder.

Con AFP

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