Son comerciantes, estudiantes, religiosos y médicos. No se sacan fotos a la hora de entregar ayuda a los voluntarios y a los bomberos que combaten los incendios forestales en el municipio de Roboré

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2 de septiembre de 2019, 4:00 AM
2 de septiembre de 2019, 4:00 AM

El fuego, que aún persiste en la Chiquitania, avivó la solidaridad de varios héroes anónimos que sin necesidad de sacarse una selfie o ser un influencer, llegan todos días a aportar su grano de arena para ayudar a los bomberos que día a día luchan contra los incendios que persisten en la zona.

Álvaro es una de estas personas. Estudia Marketing en la Universidad Privada de Santa Cruz de la Sierra, y junto con otros estudiantes y docentes llevó agua, medicinas y alimentos a Quitunuquiña. “No es necesario sacarse una foto para ayudar. Hay que hacer”, dice el joven de 22 años, que descarga varios paquetes de agua en la cancha de esta comunidad, mientras unos niños juegan a la pelota.

Hasta esta misma zona llegó un reconocido médico cruceño, que no quiso ser citado. “Para ayudar no es necesario hacer bulla”, dijo el galeno, que trajo sueros de rehidratación, medicinas y leche. “Me siento impotente al ver a estos soldados y bomberos. Trabajan como pueden y se intoxican por el humo”, agregó.

Sin sacarse fotos, decenas de almas caritativas llegan con donativos

A unos metros de la cancha de Quitunuquiña existe un camino que conduce hasta donde los bomberos luchan contra las llamas. En ese sendero arenoso miembros de la Iglesia Asamblea de Dios se detienen para entregar agua y bebidas hidratantes a un grupo de marinos, que salen desde las entrañas del fuego.

El marino Limberth Chacón recibe una botella de agua que consume con rapidez. Unos kilómetros más adentro, el grupo de cristianos llega hasta un campamento donde descansa otra cuadrilla de voluntarios.

En este punto, bajo la sombra de un árbol, vestido con un overol anaranjado cubierto por manchas negras el bombero voluntario Martín Santos reposa exhausto. Fue un día duro para él. “Entramos al cerro a trabajar a la seis de la mañana. Salimos a las cuatro o cinco de la tarde”, cuenta Santos, mientras se seca el sudor con una pequeña toalla amarilla empapada de agua.

Mientras se limpia, el pastor Fabián Nava, que encabeza la comitiva, se le acerca y le pasa una bebida hidratante. “Gracias”, le dice Santos a su buen samaritano.

Luego el grupo de evangélicos reparte bebidas, guantes, botas, comida enlatada, camisas y jeans.

Un grupo cristiano entrega materiales a los bomberos voluntarios

La sazón de las hermanas Ayca

Nora y Emma Ayca representan a un grupo de 15 comerciantes de Roboré que desde hace tres semanas proveen, con sus propios recursos, de almuerzo a los voluntarios y conscriptos que luchan cuerpo a cuerpo con el fuego.

El espíritu solidario y la sazón de estas mujeres levantan la moral de marinos de la Armada Bolivia y bomberos, que fueron desplegados hasta Quitunuquiña.

Marinos como Juan Carlos Báez y su camarada al que llama Ogro, disfrutan de un plato de albóndigas y arroz, preparadas por estas mujeres. Los conscriptos devoran el alimento y calman su sed con chicha de soya. No hablan mucho y solo atinan a dar las gracias.

Cargados de productos llegan a comunidades para entregar ayuda

“Estamos muy agradecidas con los soldados, porque están salvando nuestro bosque”, dice Emma. Luego su hermana, Nora, agrega que han repartido comida en San Lorenzo Nuevo, San Lorenzo Viejo, Ipiás, Santa Rosa, Bella Vista y Quitunuquiña. “No somos de acá, llegamos de La Paz cuando éramos niñas. Esta es nuestra forma de ayudar a este pueblo que nos ha dado todo”, agrega.

El marino Báez y Ogro ya han terminado el ‘rancho’, agarran sus mochilas y suben nuevamente a la serranía en llamas. Tras la marcha de los conscriptos, otro grupo de bomberos llegan hasta el campamento en donde las hermanas los esperan con comida.

Para Luis Miguel Quisbert, que llegó desde Cochabamba, acciones como el de las hermanas Ayca les da valor para enfrentar el fuego. La jornada terminó para las hermanas, que levantan las ollas. Al salir del campamento se cruzan con el joven citadino, el doctor famoso y los cristianos, héroes anónimos de esta desgracia.