Piden abrogar la ley y el DS de quemas, pero en el corazón de marchistas está la instalación de comunidades en su territorio

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18 de septiembre de 2019, 4:00 AM
18 de septiembre de 2019, 4:00 AM

Son unos 100. Los primeros 20 kilómetros de caminata, entre San Rafaelito y San Pedro de Sapocó, los dejó con los pies maltrechos por el filo del ripio debajo de sus pies. Planean llegar a Santa Cruz de la Sierra en 20 o 25 días, pero pasarán más de la mitad de ese tiempo caminando por una carretera poco transitada, entre San Ignacio de Velasco y San José de Chiquitos, casi sin señal de celular. Así está la X Marcha Indígena, convocada por el Consejo Chiquitano de San Ignacio de Velasco y encabezada por dirigentes que se han alejado del poder de la Central Indígena del Oriente Boliviano (Cidob).

Tomás Candia, presidente de la Cidob contraria al Gobierno, dice que pronto llegarán refuerzos, que esperan indígenas de Guarayos y a guaraníes desde Yacuiba, que la columna se irá engrosando a medida que los kilómetros transcurran.

Por el momento, el núcleo de la marcha está integrado por chiquitanos -etnia a la que pertenece Candia- y algunas dirigentes mujeres del Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro Sécure, el Tipnis, el corazón de toda marcha indígena. Ayer salieron por la madrugada desde San Rafaelito y Candia trata de templar su carpa debajo de un mango en San Pedro de Sapocó. El pedido central es la anulación de las leyes de chaqueo, pero también el asentamiento de nuevas comunidades de colonos. “En toda la Chiquitania tendríamos que tener unas 1.400 comunidades asentadas, estamos viendo que nos duplicarían al pueblo chiquitano, somos 700 comunidades y ellos serían el doble. Es por esta razón que nos preocupamos”, dice Candia.

No todos marchan por lo mismo. Ramona Chuvé salió el domingo de la comunidad de San Nicolás del Cerrito, al norte de San Ignacio de Velasco. Dice que al ver el desastre de los incendios decidieron apoyar la marcha indígena por tandadas. Ella caminará un día más y luego será relevada por otra gente. A los 56 años, Ramona no entiendo por qué el Gobierno no los atiende. Donde vive, muy cerca de la frontera con Brasil, no tienen luz, agua ni comunicación con el resto del país. “Vivimos en la frontera con el Brasil, somos vecinos, estamos a 800 metros. Sufrimos, no tenemos agua, luz, ninguna comunicación y nos están contando que no podemos hacer chaco, pero si nosotros vivimos del chaquito, con eso tenemos para comer. Sembramos arroz, maíz, yuca, caña. Ojalá que nos escuche el Gobierno para que no sigamos caminando bajo este sol. Ya estamos ampollados”, dice.

Para José Domingo Masaí, parte del consejo de vigilancia de Sapocó, los chiquitanos deben entender que es hoy o nunca, que hay que defender la tierra. Dice que hay gente entrándose al bosque de los chiquitanos, que parece que es por orden del Gobierno, que los vivientes de estas tierras se sienten avasallados por personas que fregan el bosque y lo queman. “Estas tierras son para nuestros hijos, nuestros nietos y las generaciones venideras. Tendremos una reunión con los dirigentes que vienen para que así le expliquen a nuestra gente y a la comunidad lo que se viene”, dice.

De eso se alimenta la marcha, de la frustración de los chiquitanos que ven cómo cada año se convierten en minoría dentro de su territorio. Hoy, la marcha llegará a San Miguel. Cuando pasen San Rafael, estarán en territorio de San Diablo hasta llegar a San José.