Las casas del municipio fronterizo parecen talleres de mecánica automotriz. Se desmantelan los motorizados para obtener todas las autopartes y luego son vendidas en el eje central del país.

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21 de octubre de 2018, 15:00 PM
21 de octubre de 2018, 15:00 PM

Las calles del municipio de Sabaya se parecen a un cementerio de autos. En cada esquina se ven los esqueletos de los motorizados. Las pinturas están deterioradas por el sol y el agua de lluvia. Por dentro no hay nada valioso. Solo hay metal oxidado. Estos carros llegaron de Chile y fueron “charqueados” (quitaron los repuestos y accesorios) para vender sus partes, por lo general, en la feria 16 de Julio de la ciudad de El Alto.

En el poblado hay especialistas en esta materia y trabajan en los parqueos de sus domicilios. A Sabaya llegan vehículos de segunda mano, comprados en Chile, por algunas de las 112 rutas ilegales que fueron detectadas en la frontera con Bolivia. En esa localidad, a 45 kilómetros de los límites entre los dos países, se desmantelan los carros y se acopia las autopartes que luego son comercializadas. El negocio es rentable. Un contrabandista adquiere el vehículo en Iquique en 1.000 dólares, luego lo introduce a Bolivia por rutas clandestinas y en Sabaya lo desmantela. Luego vende los repuestos y logra ganar hasta $us 4.000, cuatro veces más de lo que invirtió.

Dejan el auto sin nada

Las casas de ese pueblo orure- ño, que cuenta con alrededor de 11.000 habitantes, tienen los garajes amplios, con espacio para que ingrese un camión o varios vehículos. Estos lugares se convierten en centros mecánicos donde los pobladores despojan de hasta lo más irrelevante de un motorizado, como un limpiaparabrisas. Todo accesorio sirve para vender. Ángel (nombre ficticio) tiene su taller en Sabaya. Es muy cuidadoso al hablar.

Evita reconocer que desmantela los vehículos que llegan al pueblo y se presenta como mecánico. Su espacio de trabajo lo delata. Hay tres autos en proceso de desmantelamiento.

Los motores ya están en el piso que se mezcló con grasa y tierra. Son autos viejos que tienen mayor valor vendiendo sus partes. Como este se encuentran varios “talleres” en las calles de Sabaya. Los vehículos que pasaron por el proceso de ‘charqueo’ son botados en las calles. Nadie reclama. Es basura metálica que solo contamina el medioambiente. Incluso se pueden ver varios esqueletos de vehículos en el recorrido entre Sabaya y Huachacalla, que son 47 kilómetros.

El alcalde de Sabaya, Edgon Villca Vizca, admite que en el municipio existe problemas con el tema del contrabando, pero señala que tuvo una reunión con autoridades de Gobierno con el objetivo de erradicar el delito. “El problema del contrabando está casi solucionado en Sabaya. Existe voluntad política para terminar con este problema”, detalla. El desmantelamiento de vehículos en Sabaya es visible en cada esquina. Algunos de los automóviles tienen aún placas de la República de Chile.

Los rituales oscuros del contrabando

Los traficantes queman su propia mercadería en los pies de los cerros entre Sabaya y Huachacalla.

Entre Sabaya y Huachacalla el paisaje es asombroso. Los cerros nevados sobresalen y en el suelo los camélidos hacen su majestuosa obra de vida. Pero en esa distancia —que son 46 kilómetros— lo oscuro también sobresale. Al fondo del panorama, al pie de la montaña, los contrabandistas hacen rituales para que tengan éxito en su ilícita incursión. Queman parte de su mercadería como parte de una ofrenda a sus creencias. Andrea (nombre ficticio) tiene 57 años. Vive en la comunidad Huancarani del municipio de Sabaya.

Ella relata que los contrabandistas van al pie de la montaña para realizar rituales a “sus dioses” y así tener éxitos en su recorrido ilegal. “Van y queman su propia mercadería. Dicen que queman refrigeradores, cocinas, microondas y otras cosas. Esa es su forma de hacer ofrendas a sus dioses para que les vaya bien. Luego limpian el lugar y parece que no dejan rastros”, detalla Andrea. Un informante que fue parte de una red de contrabando confirma ese tipo de rituales.

Explica que antes de iniciar el periplo van al pie de un cerro para “ofrecer” su propia mercadería. Dice que generalmente se hace cuando se transporta mucha carga y de alto valor económico. “Esto viene de años anteriores, es de hace mucho tiempo. Pero hubo una época en la que desapareció, quizá porque las nuevas generaciones desconocían y no creían. Hoy, se ve, aunque no tanto. Generalmente lo hacen por las noches mientras parte su mercadería. Prefieren quemar un refrigerador a perder el medio millón o el millón de dólares que llevan en el camión”, relata el informante. Sabaya sabe estos rituales, pero prefiere callar. Los militares que cuidan la zona dicen desconocer este tipo de ofrendas.