Héctor Álvarez Soto, ‘Etcheverry’, estuvo preso desde julio de 1994 y su último ingreso fue registrado en julio de 2016. Recibió 17 impactos de bala y uno de los proyectiles se quedó alojado en su espalda. Dijo nunca haberse sentido poderoso y no cree que le teman

El Deber logo
6 de mayo de 2018, 15:52 PM
6 de mayo de 2018, 15:52 PM

Cinco años después de su apertura y cuando aún Palmasola no era la cárcel más poblada del país, las calles, los pasillos y los recovecos del penal ya comenzaban a ser familiares para Héctor Álvarez Soto, más conocido como ‘Etcheverry’, el ‘autero’, que entró y salió diez veces del panóptico cruceño entre julio de 1994 y julio de 2016. 
‘Etcheverry’ camina sin custodia, ni palos ni armas por los rincones del centro, donde conviven más de 4.000 almas. Todos conocen a este hombre de cabellos canosos y ondulados, que asegura jugar bien al fútbol y que recibió a ‘Oti’ cuando él llegó a régimen abierto, aunque nunca quiso ser parte de su escolta.
EL DEBER habló con él y supo que no olvida su pasado, pero que afirma haber cambiado y anuncia convertirse en un esclavo de Dios si su último hijo nace varón.

— ¿Cuándo fue la primera vez que ‘Etcheverry’ cayó preso?
En 1994. Aquella vez caí preso por robo agravado, era el taxista que llevó a los asaltantes para robar la radio de un radiomóvil. 

— ¿Cómo es que una persona termina envuelta en el mundo delictivo por tantos años?
Eso es medio difícil de explicar, pero todo comenzó en el barrio donde yo vivía. Allí algunos amigos me dijeron que si yo podía llevarlos a cometer delitos y así empezaron, diciéndome que podía ganar más acompañándolos, antes que estar sacándome la mugre trabajando. Fui bachiller, fui al cuartel y fui un hijo ejemplar para mis familiares. Cuando caí en este mundo, fue una sorpresa para todos. Tenía 17 años y estudiaba Derecho, pero caí chueco, me ‘torcí’.

— Luego de ese comienzo de juventud, no paró de entrar y salir de la cárcel, siempre involucrado en hechos delictivos...
Sí, fue algo increíble, hasta yo mismo me sorprendo de eso.

 

 

— ¿Por qué le sorprende?
Porque al ver por lo que he pasado y he vivido me sorprende saber que todavía esté vivo, eso en realidad me sorprende.

— ¿Cuántas veces ha caído preso hasta ahora?
Son muchas, pero en mi expediente solo figuran diez ingresos a la cárcel de Palmasola, aunque en Diprove he caído hartísimas veces, lo mismo que en la Felcc.

— La mala fama de la que se hizo y los hechos en los que se vio involucrado,  lo convirtieron en el primer sospechoso ante cualquier delito...
Lamentablemente sí, pero ¿cómo iba a estar yo siempre involucrado si no era el único en la ciudad? Se perdía o le quitaban un chupete a un bebé, inmediatamente decían es Etcheverry, hasta en el caso terrorismo me metieron.

— El caso terrorismo, ¿qué se supone que hizo ahí?
Yo estaba en mi casa, echado en mi cama mirando la televisión, y me involucraron a mí. Lo mismo pasó cuando mataron a la fiscal Mónica von Borries, me llevaron preso, sin tener yo nada que ver en esos hechos.

— Pero seguramente ha tenido culpa de algunas de las cosas por las que se lo acusó...
He tenido, pa’ qué, lo reconozco, pero nunca he matado. He hecho muchas cosas de las que ahora me arrepiento.

— Por la cantidad de veces que entró y salió de la cárcel, se ha convertido en parte de la historia de Palmasola...
Sí, me he dado cuenta. 

— Al caminar  por régimen abierto no se lo ve con un palo o un arma para que lo respeten los demás, ¿por qué?
La verdad es que no sé, pero en todo el tiempo que he estado en el penal siempre respeté a mis compañeros, sin importar el delito que hubieran cometido, nunca les reproché por qué hacían las cosas. Ellos se metían en su vida y yo en la mía, les pedía que no se metieran conmigo, que yo tampoco me metería con ellos. Yo nunca le quité ni un chicle a un preso. 

— ¿Operaba desde el penal para cometer delitos afuera?
Sí, pero ahora me arrepiento de eso, pero es verdad, lo hice, no puedo mentir. 

— ¿Era fácil hacer eso?
Fácil, era muy fácil para mí.

— ¿Pero siempre fue así?
No, hacer eso es muy difícil, pero para el que sabe, al menos para mí, era muy fácil.

— ¿‘Trabajaba’ con mucha gente afuera?
Con muchísima gente, algunas veces no me dejaban ni dormir, no podía darle un beso a mi mujer, a veces no podía ni comer...

— ¿Por qué?
Porque en esta cuestión hay que ser ágil, me llamaban para vender o para ‘devolver’ los vehículos. Afuera decían, “trabajemos con ‘Etcheverry’, él tiene los contactos para hacer el trabajo rápido y fácil”.

— ¿Alguna vez se sintió un hombre poderoso por todo lo que hacía?
No, nunca consideré esa palabra. A mí jamás me han temido y esa nunca fue mi idea, que me respeten, sí, como yo respetaba a todos. En su momento algunos me temieron, porque supuestamente yo era jefe de ‘la pesada’, que porque yo caminaba con ellos y ellos no me hacían nada. Prácticamente todos trabajaban para mí, porque ellos hacían sus cosas y no podían terminarlas, y yo las acababa. 

— ¿Cómo es que logró sobrevivir a los tiempos en que Palmasola vivía en un permanente polvorín de violencia?
De eso hasta yo mismo me sorprendo. No sé, supongo porque nunca me metí con nadie. Cuando yo volvía al penal luego de caer nuevamente, al ratito churrasco, chupa, fiesta. Llegaba como si yo fuera el rey de ellos (los presos) y no era así.

— ¿Qué jefes conoció durante sus estadías en Palmasola?
A much
ísimos, entre ellos: ‘Negro’ Ríos, Mauricio Suárez Saucedo ‘Chichuriru’, Napoleón Arteaga, Marco Marino Diodato, Sandro Carvalho, Santos Jiménez, Rudy Chávez, Franz Reynaldo Gonzales Gonzales ‘Vinchita’, Javier Rivas ‘Negro Plata’, Facundo Arandia, Ronal Maiser, William Ardaya, Carmelo ‘Meco’ Domínguez, William Pérez Azogue ‘Gringo’, Humberto Bejarano ‘Pitote’, entre otros tantos. 

— Muchos de los que mencionó ya están muertos, ¿no siente temor de que sus días estén contados en la cárcel?
Nunca he tenido miedo dentro del penal, he tenido miedo cuando estaba con la Policía, pero con los presos, nunca. 

— ¿Por qué con los policías?
Porque ellos en un momento tuvieron ‘carta blanca’ conmigo para matarme, incluso me mostraron la orden, pero no lo hicieron, ellos me decían que yo tenía nueve vidas. Tengo 17 tiros en el cuerpo y una bala en la espalda, todos disparos policiales.

 

 

— ¿Lo invitaron a ser parte del grupo de ‘Oti’?
Fui invitado muchas veces, pero nunca acepté porque jamás me gustó esa cuestión. No me hago el angelito, yo ganaba plata de afuera hacia adentro, no de adentro hacia afuera. No podía hacerles daño a los internos, porque Palmasola era prácticamente mi casa, cómo iba yo a hacerles daño a las personas donde yo vivo. 

— Conoció a Oti, ¿hay algo más para contar sobre él?
Falta muchísimo más, pero a mí no me corresponde decir eso. Mi vida es la mía, la de los demás yo la respeto, buena o mala. A mí me van a juzgar por mis acciones, no por las acciones de otros.

— ¿Cómo vio lo que ocurrió en Palmasola?
Fue algo que no imaginé ni en mis sueños, nunca pensé que sucediera. 

— ¿Cómo se sintió?
Me sentí muy mal, jamás pensé que pudiera suceder esto y peor cuando yo estaba comportándome bien, porque ni  cuando me portaba mal pasaba esto.

— Aquella vez, ¿qué suerte corrió durante la intervención?
En realidad yo ya olía la intervención policial desde el momento en que los vi armados a ellos (la gente de Oti), tenían armas a trochi mochi. Ellos caminaban con las armas con si fueran parte de su cinturón, era algo tan común como usar un reloj. El día de la intervención todo el mundo estaba obligado a ir a la cancha, de todos los pabellones, pero yo ‘me hice el burro’, me escurrí, me fui entre medio de ellos hasta la posta médica y allí le dije al doctor que si me podía enyesar, pero él no quiso, entonces me subí a una camilla, me tapé y me hice el enfermo. Desde ahí vi cómo apalearon, cómo balearon, todo lo miré de palco, desde el segundo piso y después subieron los policías, me encontraron allí y me bajaron hasta la cancha. Tuve miedo de que me mataran, porque vi cómo caían mis compañeros, como pajaritos, incluso algunos que no habían hecho nada. 

— ¿Cuánto tiempo más Palmasola estará en paz?
Ojalá que sea para siempre, pero sé que de un momento a otro volverá a convertirse en lo que era antes. Espero que la Policía no la descuide. Siempre los cambios fueron para peor, pero espero que ahora sean para mejor.