El antagonismo de los vecinos del sur amenaza la agenda doméstica de Trump. EEUU necesita mostrar más flexibilidad en las negociaciones comerciales

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29 de abril de 2018, 4:00 AM
29 de abril de 2018, 4:00 AM

América Latina se aproxima al punto medio en el maratón de elecciones y traspasos presidenciales de este año. Aunque ha habido pocas sorpresas, se han aclarado varias características y muchas de ellas no auguran nada bueno para EEUU. De hecho, la región influye más en la seguridad y la prosperidad estadounidenses que otros problemas más distantes y candentes, como Siria o Corea del Norte.
En Cuba, la semana pasada, el burócrata del Partido Comunista Miguel Díaz-Canel asumió la presidencia en una sucesión cuidadosamente orquestada del gobierno de Castro. El mensaje predominante fue la continuidad: a pesar de los graves problemas económicos, el estado unipartidista de Cuba va a permanecer en su sitio por lo pronto.

Venezuela celebrará elecciones el mes próximo en las que seguramente el presidente Nicolás Maduro será reelegido en un proceso fraudulento. Una vez más, incluso en momentos en que se acelera la crisis del país, el profundamente corrupto y dominante partido socialista se aferra al poder. Esto tiene consecuencias regionales, especialmente para su vecino Colombia, el mejor aliado regional de EEUU. Ha sufrido las consecuencias de la inestabilidad venezolana debido al éxodo de refugiados, y también celebrará elecciones en mayo. Por último, en México, el izquierdista nacionalista Andrés Manuel López Obrador tiene una ventaja indiscutible en las encuestas. Si todo continúa como hasta el momento, será el próximo presidente del país, lo cual complicaría aún más las relaciones transfronterizas entre EEUU y México.

Esta mezcla potencialmente tóxica se vuelve aún más ponzoñosa por los comentarios despectivos de Donald Trump sobre los mexicanos; la promesa de campaña del presidente estadounidense de renegociar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN); los débiles elogios de su administración para el proceso de paz de Colombia y la sangrienta lucha de 40 años contra los narcotraficantes; y la reducción de la presencia diplomática estadounidense en La Habana. Esto ha reducido la capacidad de Washington para comprender los acontecimientos que ocurren en Cuba durante un momento de transición. Estos problemas vecinales (y EEUU también genera una parte de ellos) tienen su origen en historias que preceden a la administración anterior. Y durarán mucho más que la presente administración. La pregunta es: ¿Qué se puede hacer? La buena noticia es que hay medidas sencillas para reducir los riesgos para la región y EEUU.

El más obvio está relacionado con México y el TLCAN. Por interés propio, EEUU necesita mostrar más flexibilidad en las negociaciones comerciales. El objetivo debería ser lograr un nuevo acuerdo comercial, en principio, antes de la votación presidencial del 1 de julio en México. Sería mucho más fácil llegar a un acuerdo ahora que con un gobierno de López Obrador con ansias de difundir sus credenciales nacionalistas.
Cuba es otra victoria fácil. A todos les gustaría ver el fin del partido comunista en el país. Mientras tanto, es del interés de EEUU que se mantenga la estabilidad. Sugerir, como lo han hecho algunos republicanos, que EEUU debería promulgar el llamado Título III de la Ley Helms-Burton — el cual les permitiría a los ciudadanos estadounidenses, incluyendo antiguos ciudadanos cubanos, demandar por el "tráfico" de propiedades confiscadas por el gobierno cubano — es imprudente. Esto representaría una aplicación extraterritorial de la ley estadounidense que distancia a los aliados. También podría profundizar la inestabilidad económica y aumentar el potencial de una crisis migratoria.

Venezuela es más inextricable. Pero debe seguir utilizándose el enfoque multilateral que ha adoptado EEUU, colaborando con otros países en el hemisferio. Sin embargo, con ese fin EEUU necesita amigos y aliados regionales, y Colombia es uno de los más importantes.

La drogadicción, la inmigración y la creación y conservación de empleos son fundamentales en la agenda doméstica de Trump. La inestabilidad al sur de EEUU amenaza directamente todos esos temas. América Latina no necesita favores estadounidenses. Definitivamente no los espera de  Trump. Pero usando una metáfora inmobiliaria de Nueva York: enemistarse innecesariamente con los vecinos solo provoca problemas mayores con el apartamento de al lado.