Es el símbolo de la mujer de pollera que desafió a una sociedad que invisibilizaba a las clases populares. Hoy, lejos de la política, se dedica a hacer artesanías

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19 de noviembre de 2018, 4:00 AM
19 de noviembre de 2018, 4:00 AM

Remedios Loza Alvarado tenía 16 años cuando una mañana prendió la radio y escuchó a tres jóvenes hablar en aimara. Era septiembre de 1965 en La Paz y quedó sorprendida porque entonces, pese a que buena parte de la población hablaba el idioma originario, era raro que alguien lo use en un medio de comunicación. En ese momento, emocionada, tomó una decisión que marcaría su vida y la llevaría a ser la primera mujer de pollera en entrar al Congreso de la República de Bolivia como diputada.

“Escucho a Los Caminantes en el programa Sabor a Tierra, de radio Illimani y ese rato digo: ‘voy a llevar mis artesanías, quiero conocerlos, voy a llevar mis sombreritos y les voy a regalar’”, cuenta por teléfono desde la sede de Gobierno. Al día siguiente, a las 10:30, media hora antes de que comience el programa, estaba en la puerta de la emisora estatal preguntando al portero por los locutores que había oído. Se trataba de Carlos Palenque, José ‘Pepe’ Murillo y Tito Pe- ñarrieta, quienes a su vez conformaban el trío de música folclórica Los Caminantes.

“Estaba nerviosa, quería salirme, pero finalmente escucho reír a unos jóvenes, los miro y el compadre (Palenque) me dice: ‘¿qué hace esta cholita linda aquí?’. De nervios, le digo, los estoy esperando a ustedes, aquí está tu regalo de vos, de vos y de vos. Ese día cambió mi vida, porque me dijo: ‘vamos a entrar a la radio’”.

Remedios Loza está hoy retirada de la vida pública. Con 69 años cumplidos, el 21 de agosto, dejó atrás la radio, la televisión y la política. Actualmente pasa gran parte de su día descansando, viendo series de televisión y tejiendo mantas. “Soy artesana”, dice con orgullo, en alusión al oficio que heredó de su madre. Fanática de Bones y Game of Thrones, le puso “Oberyne” -el nombre de uno de los personajes- a su perro, “mi fiel compañero”.

Hasta no hace mucho trabajaba gran parte del año para participar de la feria de Alasita en La Paz en el puesto de venta de su mamá, doña María Cleofé viuda de Loza.

En aquella fiesta tradicional de cada 24 de enero vendían sombreros en miniatura. Pero en agosto, la señora falleció y eso cambió totalmente su rutina. Los fines de semana se iba a Guaqui, la tierra de sus antepasados, un municipio paceño aledaño al lago Titicaca. Allí se quedaba a contemplar el paisaje en silencio y volvía despejada a continuar con su trabajo, ahora el luto la alejó de esa costumbre. Muchas noches, a solas en su habitación, cuenta que todavía piensa en su vida y se pregunta cómo llegó a romper estructuras sociales tan definidas en la sociedad paceña y la boliviana, en general.

“¿Por qué no se podía dar educación a la mujer de pollera, por qué no podía terminar bachillerato, por qué no se le permitía entrar a la universidad, por llevar un atuendo diferente al occidental?, ¿cómo una patria puede ser grande marginando a sectores tan importantes? Esa mentalidad, tan discriminadora, nos llevó a ser un país que está en los últimos lugares, pero no por culpa de su gente, sino por culpa de la gente que manejó el país desde la Colonia”. En 1980, ya con años de experiencia en el trabajo radial, Carlos Palenque Avilés, ‘El Compadre’, abrió su propia emisora: Metropolitana, ‘la radio del pueblo’.

Para entonces Remedios Loza ya era conocida como ‘la cholita Remedios’. Aquella joven que llegó a regalar sombreritos a los tres músicos no solo se quedó como conductora radial, sino que se convirtió en parte fundamental del programa principal: La Tribuna Libre del Pueblo, cuya misión era escuchar las quejas y demandas de gente que llegaba de todas partes de la ciudad y del departamento.

El éxito fue tal que en 1985 se empezó a transmitir en televisión, ahí nació Radio Televisión Popular (RTP). En entrevistas con diarios de la época, Palenque siempre dejó en claro que su intención no era entrar a la política. Lo hizo –aseguraba- porque se dio cuenta del poder de convocatoria que había conseguido cuando en 1988 el entonces Gobierno de Víctor Paz Estenssoro ordenó la clausura de sus medios de comunicación tras emitir una entrevista de Roberto Suárez Gómez, considerado el ‘rey de la cocaína’. Un año más tarde surgió Conciencia de Patria (Condepa) y con el partido se abrió otro candado que estaba cerrado para la mujer de pollera: el Congreso. 

En 1989, Remedios Loza no solo pisaba por primera vez aquellos salones del Palacio Legislativo como honorable diputada, sino que se enfrentaba —como le ocurrió prácticamente durante toda su vida— a una sociedad a la que le costó aceptar que una chola tome un micrófono, aparezca en televisión y, ahora, se encargue de fiscalizar los poderes del Estado.

Nada fue fácil para ella. Cuando era niña la expulsaron de la escuela porque vestía polleras y se negó a quitárselas porque sentía que de hacerlo perdía su identidad. Terminó el colegio en un CEMA y cuando llegó a la radio, su mentor le enseñó a vocalizar para que pudiera estar frente al micrófono. Sayuri Loza (38), su única hija, cuenta que una vez, ya siendo diputada, su madre fue invitada a un almuerzo en una embajada y el compadre la llevó a su casa, donde le enseñó a comer con cubiertos, porque estaba acostumbrada a servirse los alimentos 

con cuchara. Para ella fue un reto, aunque más que vencer barreras, le gustaba desafiar a sus detractores. Solo así se explica –piensa Sayuri- que la metiera a estudiar la secundaria en el colegio San Calixto, uno de los colegios católicos más tradicionales y conservadores de La Paz en esa época. “Me pedían el certificado de matrimonio, porque no podía entrar una hija de madre soltera, entonces yo le discutí al director y le dije, ¿sabe qué?: esto es una iglesia católica, aquí tienen derecho a educarse todos los niños. Qué dice pues la religión católica, que no aborten y cuando tenemos a nuestros hijos, no los reciben.

Yo quiero ser soltera y tener mi hija, ¿ahora no la puedo educar?”, recuerda Remedios que dijo. Sayuri ha heredado esa fortaleza. Lejos de no querer volver al colegio porque le gritaban “chola”, según contó Remedios, cambiaba el dinero que llevaba a los recreos en monedas de 10 centavos y se paraba con su amiga Malú en el balcón a lanzarlas para que aquellos chicos que se creían “superiores” se mataran en el patio por un quinto que ella arrojaba.

“¿Por qué la mujer de pollera solo tiene que vender en el mercado?, y todavía te ofenden cuando dicen, ‘pareces vendedora del mercado’, como si eso fuera malo. ¿Por qué tiene que ser trabajadora del hogar, por qué tiene que ser ama de casa nomás?, ¿hasta ahí es su vida?, ¿esa es su meta? Con el compadre hemos roto la audición de todas las clases, pero esa lucha no fue fácil, nos criticaban.

El q’ara (blanco) Palenque, la chola, nos decían, como si fuera un insulto y a mí cuando me dicen chola, les digo: ‘lo soy, gracias, yo no escondo mis polleras’”. Alejada de la tecnología (no tiene celular ni piensa tenerlo nunca), Remedios aún vive en la casa donde la criaron sus padres, en la populosa zona de Alto Tejar de La Paz.

Desde allí ve los frutos de aquellos años de lucha; de viajes al extranjero como representante de Bolivia para coordinar políticas en pro de la mujer; de jefa de Condepa tras la muerte de Carlos Palenque (1997); de candidata a la presidencia (1997); de madre que muchas veces no iba al colegio a recoger a su hija porque no tenía tiempo. Desde ese inmueble con varios departamentos, donde ella, sus hermanos, su hija y su yerno comparten espacios, ve cómo hoy en día prácticamente todas las grandes redes de televisión cuentan entre sus presentadores y periodistas con mujeres de pollera; ve cómo la diseñadora Eliana Paco lleva sus prendas a Estados Unidos y cómo las cholitas que escalan nevados son noticia mundial por su hazaña. “Entonces pienso y digo: ‘compadre, ahí están los frutos, lo hemos logrado’”.

Un libro con sus memorias
Un día en un almuerzo, el yerno de Remedios Loza, Álvaro Pérez, la escuchó narrar una escena de su vida de una manera tan apasionada que le dijo a Sayuri que había que escribir un libro y grabarla. Desde entonces, diciembre de 2015, ambos trabajan en el proyecto, que esperan esté listo en febrero del próximo año. Para Sayuri es importante dar a conocer a la otra Remedios, aquella que mira el mundo de una manera poco idealista y no se guía por convencionalismos.

“Es totalmente abierta y eso es lo que yo amo de ella. Cuando era niña nunca me decía debes vestirte así, debes hacer esto, me dejaba ser. Me visto muy raro, tengo ideas extrañas, me casé a los 32 años y yo fui a pedir la mano de mi esposo, hemos decidido no tener hijos y, cuando me casé, la boda fue lo más sencilla posible”, dice. Esa personalidad, arrasadora como la de su madre, la ha llevado a estudiar Historia, a hablar varios idiomas (entre ellos japonés) y a dedicarse al diseño de ropa en su tiempo libre. ¿Su especialidad? Prendas inspiradas en la indumentaria de la mujer de pollera. “Yo iba a pasar clases vestida de pollera, me encanta”, dice y muestra una foto con un faldón amplio, que ella misma modela.

Reconocimiento a la lucha
Muy pocas veces, si no es la única, se ha visto que los diputados de oficialismo y oposición tomaran una decisión por unanimidad. Eso ocurrió el 31 de octubre, cuando, sin excepción, todos votaron a favor de entregar la medalla al Mérito Democrático Marcelo Quiroga Santa Cruz a Remedios Loza Alvarado, “por su lucha en la profundización de la democracia, la igualdad de género y los derechos de las mujeres”.

El miércoles 7 de noviembre se realizó el acto oficial. Un día después de aquella jornada llena de emociones y aplausos, cuenta que hizo un gran esfuerzo para ponerse en pie, ya que la aqueja una anemia.

Pero lo hizo porque no podía faltar a recibir el reconocimiento. “Yo estoy feliz”, contó por teléfono a este diario.

“La vida no es eterna. No es porque te has muerto que te tienen que reconocer. En vida han reconocido lo que he logrado en beneficio de nuestra sociedad, de las mujeres de pollera. Con estas luchas, a través de los medios de comunicación, hemos podido enfrentar a los gobernantes de entonces”. Con la voz algo cansada, insiste que le gustaría ver mujeres de pollera ingenieras, médicas, arquitectas, todas aquellas profesiones que aún les falta por alcanzar. “Hemos avanzado mucho –dice- pero no hay que descansar”

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