La frontera con Chile sigue sin control en toda su extensión y las huellas del delito se concentran en el pueblo que parece ser un cementerio de vehículos

El Deber logo
7 de julio de 2019, 4:00 AM
7 de julio de 2019, 4:00 AM

Las calles del municipio de Sabaya se parecen a un cementerio de autos. En varias esquinas se ven los esqueletos de los motorizados. Las pinturas están deterioradas por el sol y el agua de lluvia, pero además por el intenso frío que hace en la zona. Por dentro del carro no hay nada valioso. Solo hay metal oxidado. Estos autos llegaron de Chile y fueron “charqueados” (quitaron los repuestos y accesorios) para vender sus partes, por lo general, en la feria 16 de Julio de la ciudad de El Alto y llegan hasta los mercados de Santa Cruz de la Sierra.

En la localidad, cercana a la frontera con Chile, existen expertos en desarmar los vehículos y trabajan en los parqueos de sus domicilios. A Sabaya llega la gran parte de los vehículos de segunda mano, comprados en Chile, por algunas de las muchas rutas ilegales que fueron detectadas en la frontera con Bolivia.

En esa localidad, a 45 kilómetros de los límites entre los dos países, se desmantelan los carros y se acopian las autopartes que luego son comercializadas.

El negocio es rentable. Un contrabandista adquiere el vehículo en Iquique en $us 1.000, aproximadamente, luego lo introduce a Bolivia por rutas clandestinas y en Sabaya lo desmantela. Luego vende los repuestos y logra ganar hasta $us 4.000, cuatro veces más de lo que invirtió. Un informe de la Policía de Investigaciones (PDI) de Chile confirma las rutas por las que los vehículos robados en suelo chileno llegan a Bolivia. La vía que más se utiliza, según la experiencia chilena, es la ruta por la frontera por Ollague, que al final llega al municipio de Uncía, en el departamento de Potosí, luego pasa a Challapata, en Oruro, y después a la capital oruereña. El alcalde de Sabaya, Edgon Villca Vizca, admite que en el municipio existen problemas con el contrabando, pero señala que tuvo una reunión con autoridades de Gobierno con el objetivo de erradicar el delito.

“El problema del contrabando está casi solucionado en Sabaya. Existe voluntad política para terminar con este problema”, detalla. El desmantelamiento de vehículos en Sabaya es visible en cada esquina. Algunos de los automóviles tienen aún las placas de la República de Chile. Gloria, una vecina, lo niega, pero tiene al frente dos vehículos con patentes chilenas. Ella lo único que relata es que los contrabandistas van al pie de la montaña para realizar rituales a “sus dioses” y así tener éxito en su recorrido ilegal. “Van y queman su propia mercadería. Dicen que queman refrigeradores, cocinas, microondas y otras cosas. Esa es su forma de hacer ofrendas a sus dioses para que les vaya bien. Luego limpian el lugar y parece que no dejan rastros”, detalla Andrea. Un informante que fue parte de una red de contrabando confirma ese tipo de rituales