El exvicepresidente y escritor Sergio Ramírez habla de su patria y de su gente. Agradece el rechazo internacional a la represión y le manda un mensaje al presidente de Bolivia, Evo Morales

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22 de julio de 2018, 4:00 AM
22 de julio de 2018, 4:00 AM

Nicaragua es una herida abierta para América Latina. Hay cerca de 400 muertos, asesinados por militares y paramilitares del Gobierno de Daniel Ortega, que insiste en mantenerse en el poder hasta las elecciones de 2021, pese a que un grueso de la ciudadanía exige su renuncia y una convocatoria a comicios adelantados. Sergio Ramírez es escritor, premio Cervantes de literatura, y también luchador social cuando en Nicaragua se combatía contra la dictadura de Anastasio Somoza. Fue vicepresidente en la primera gestión de Daniel Ortega, pero hoy es uno de los principales denunciantes de la represión y el crimen que ocurre a diario en las calles de su país. Accedió a dialogar con EL DEBER para retratar el luto y el dolor que embarga a su patria y a su gente.

¿Cómo describe lo que está pasando en Nicaragua?

Es una situación terminal para un régimen que agotó sus posibilidades políticas y solo tiene el instrumento de la represión. Un matrimonio aislado (Ortega y su esposa que es vicepresidenta), rodeado por un anillo de hierro. Una política que se convirtió en un instrumento familiar, más antiguos militantes del Frente Sandinista, fanáticos de la juventud sandinista, lumpen que reclutan en los barrios, armados hasta los dientes, enmascarados. Eso es lo que queda del antiguo poder.

El resto de la sociedad lo tiene aislado, la empresa privada, la iglesia católica, la sociedad civil, el pueblo, tienen una actitud absolutamente contraria a la permanencia de esta familia en el poder y exige su salida del gobierno.

La batalla final la tiene perdida, eso no quiere decir que la represión militar no vaya a durar y eso es lo triste. Es decir, un régimen rodeado de fuerza militar y sin respaldo internacional, puede durar todavía, tiene en sus manos la sumisión del Poder Judicial y de las instituciones, muchas de ellas muertas que no sirven para nada, como el poder electoral, la justicia o los tribunales que solo sirven para poner el sello a lo que ellos deciden, la misma asamblea nacional que es otro cadáver.

No quiere decir que no tengan suficiente aliento para seguir causando daño y destrucción. Enfrente hay una población que ha demostrado una actitud ejemplar en América Latina, que es la resistencia pasiva. Llevamos casi 400 muertos. Hubo uno que otro caso aislado de acción violenta de la gente, pero eso no es la regla, sino la resistencia civil y eso no tiene paralelo en un país que ya vivió la guerra civil de una manera cruenta hace 40 años, con más de 20.000 muertos. La contención de los jóvenes para no usar otro tipo de arma es la clave de la victoria, porque no podremos vivir así hasta 2021.

Usted dice que ahora es peor que con Somoza, ¿Por qué?

Es peor porque entonces nosotros teníamos las armas y se combatía a la guardia de Somoza. Es verdad que se trataba de un ejército cruento, capaz de las peores miserias, de los asesinatos más horribles, pero era una guerra y hoy es una agresión militar unilateral.

¿Cómo está compuesta la fuerza del gobierno?

Fuerzas combinadas de la Policía y paramilitares que se han ido tecnificando. Al principio, Ortega estaba desconcertado por la resistencia cívica, entonces él llamaba a la fuerza antimotines que ya no era suficiente, y convocó a los antiguos combatientes fieles a él del Frente Sandinista. Crearon estas tropas paramilitares que van enmascaradas con pasamontañas, armados algunos con armas de guerra y otros con armas no tan sofisticadas, se mueven en camionetas Hi Lux sin placas, van arriba de los vehículos unas 50 o 60 personas. Su forma de operar es llegar a las poblaciones, desbaratar las barricadas y los bloqueos, asesinar al que sea, sacar a la gente de su casa, secuestrarla, matarla, cualquier método, porque no se sujetan a ninguna ley. No hay fiscales ni jueces que puedan hacer procesos sumarios. Es todo de hecho y no hay a quién quejarse. Las leyes han desaparecido del país.

¿Cuándo comenzó a descomponerse todo?

El 18 de abril, cuando un grupo de estudiantes protestó por cambios en la ley de seguridad social, pero esto era solo la chispa que incendió la pradera, teníamos el pasto seco, entonces fue un fuego que prendió rápidamente y vino esta rebelión juvenil, por el cansancio frente a la continuidad de una familia en el poder.

El régimen pensó que podía controlarlo, pero como los palos no fueron suficientes, comenzaron a disparar y mataron a los primeros estudiantes. Eso no detuvo a nadie y el fenómeno se multiplicó hasta hoy que ya llevamos cerca de 400 muertos.

Y ahora la gente sale a protestar a pesar del miedo...

La gente supera el miedo. No es que no existe el miedo, siempre está agazapado, pero cuando la gente sale a la calle lo deja atrás. Tras el ataque a la Universidad Nacional y a la Iglesia de la Divina Misericordia (duró 15 horas de fuego y dejó dos muertos y muchos heridos). Al día siguiente salió una manifestación de miles a las calles en varias ciudades. Eso muestra que la gente no tiene temor. Eso es algo contra lo que un régimen no puede luchar.  

¿Esto debilita al régimen por dentro?

  Esas fracturas no son visibles. Hubo policías que desertaron, pero varios han sido asesinados. Hay el testimonio de una madre que cuenta que su hijo le comunicó que había pedido su baja porque no quería seguir reprimiendo a la gente, pero amaneció torturado y muerto.

¿Ortega aún tiene respaldo popular?

 No es que se haya evaporado el respaldo popular a Ortega, pero después de estos sucesos, la gente que respondía a su discurso político, a su conducta populista de hacer donaciones, de abrir esperanzas, eso se erosionó porque las principales víctimas de la represión ha sido la misma gente de los barrios. Usted se sorprendería de ver cuántos de los familiares de los asesinados han sido militantes fieles al partido de gobierno. El tejido de respaldo a Ortega, lo ha ido rompiendo él mismo, porque como matan indiscriminadamente, se llevan también a familias que han sido fieles y eso es una ruptura para siempre, porque nadie perdonará que maten a su hijo, sobre todo si la muerte ha sido injustificada.

¿Cómo está la situación económica?

Está normal en la medida en que el gobierno ha ido tomando control las carreteras y los tranques (bloqueos) han ido desapareciendo, esa es una forma de lucha que ya cumplió su papel. No diría que el abastecimiento está en crisis, lo que está en crisis es la vida social porque nadie puede salir después de las 18:00, hay toque de queda autoimpuesto. Los negocios cierran a las 17:00. El retiro de depósitos bancarios alcanza ya los 500 millones de dólares, que es enorme cantidad para una economía tan pequeña. Se han perdido más de 200.000 puestos de trabajo. Me parece que la situación económica va a ser más grave. Y aquí viene la comparación con Venezuela, país que pudo aguantar desabastecimiento y crisis económica, porque a pesar de que es un país en quiebra, genera recursos a través del petróleo. Nicaragua no genera ninguna clase de recursos, es una economía 10 veces más chica que Costa Rica.

¿Cree que se llegue a la lucha armada?

No, yo rechazo eso, porque el éxito será que Ortega deje el poder por una resistencia civil sin el uso de las armas. Una guerra civil solo llevaría a más odio, destrucción y polarización de la sociedad. No queremos otra en Nicaragua.

 Y el respaldo internacional, ¿influye o no?

Sí influye. No es todo. Es un error pensar que la presión internacional puede liquidar a un régimen autoritario. Lo que lo puede liquidar es la presión interna, la decisión de un pueblo de luchar por la democracia y por la libertad. Obviamente, la presión internacional es un complemento imprescindible.

El secretario general de las Naciones Unidas se ha pronunciado fuertemente, este es un asunto que puede llegar al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, aquí hubo ejecuciones extrajudiciales, crímenes de lesa humanidad, hogares que fueron incendiados con todos sus habitantes adentro. Esto está documentado por la Corte Interamericana de Derechos Humanos y por el Alto Comisionado de las Naciones Unidas. La actitud de América Latina ha venido siendo más firme cada vez. Hay ya una lista que incluye a los países más importantes de América latina alineados para pedir que cese el terror y la represión. Fuera del pequeño frente que forman Nicaragua, el gobierno de Bolivia y el de Venezuela, a Ortega no le queda nada.

¿Cómo se ve el respaldo que el gobierno de Bolivia le da al gobierno de Ortega?

Yo llamaría al presidente Evo Morales, es una figura histórica en Bolivia, a reflexionar muy profundamente sobre lo que está ocurriendo en Nicaragua, a no dejarse llevar por un discurso retórico. Este no es un asunto entre izquierda y derecha. El comportamiento de Ortega no es el de un hombre de izquierda. Para mí la izquierda, es la ética y la moral. Alguien que manda a asesinar al pueblo masivamente, no puede ser una persona que respete los principios por los cuales fuimos a luchar contra Somoza en 1979.

Sería bueno que el presidente Morales leyera la extensa declaración de Podemos de España que es un documento importante de rechazo a la represión en Nicaragua. Esta es la nueva izquierda en España; que leyera la declaración de la Internacional Socialista y que no sigamos de una manera ideológica dividiendo a izquierda y derecha y creyendo que esto es una agresión del imperialismo o de la burguesía en contra de Ortega, o que es una conspiración o un intento de golpe de estado. Esa es una mitología que se ha inventado para disfrazar esta represión sanguinaria.

¿Y el afán de algunos gobernantes, de permanecer en el poder a toda costa?

Para mí la permanencia indefinida en el poder es un error, porque la historia siempre termina pasando la cuenta al que quiere quedarse. Eso es lo que le está pasando hoy a Ortega. En la cabeza de alguien puede existir la idea de que estará ahí siempre, pero eso no es así. Es decir, que el estado natural de un país es la alternancia en el poder; es decir el ejercicio permanente de la democracia es la clave de la paz social. Cuando ese principio se rompe, ocurre lo que está pasando en Nicara

gua o en Venezuela. Antes era una Alba, ahora es una Albita.

¿Qué pasa en quien quiere quedarse en el poder?

Se crea una atmósfera de irrealidad y aquí salimos del terreno de la historia y entramos en el de la novela latinoamericana, que es capaz de retratar lo que pasa en la cabeza del que quiere quedarse para siempre.

¿Pensaron en la era pos Ortega?

Aquí hay una gran alianza cívica que no es cierto que sea de derecha, sino que es muy plural; hay representantes de la sociedad civil, estudiantes, empresarios medianos, grandes y pequeños. Hay una amplia representación y no hay candidatos a nada, esa es una gran dicha que tenemos. Hay un frente cívico dispuesto a cambiar esta situación, a que se organice un nuevo sistema electoral que permita elegir a quien va a gobernar el país, pero eso será después. Por ahora aquí los principios son simples: libertad, democracia y justicia. Eso es lo que ha mantenido unida a la población. Es una falacia pensar que sin Ortega habrá un vacío de poder, aquí hay una nueva generación de líderes listos para asumir. Ojalá hubiera ley que impidiera a los viejos presentarse a ser candidatos. Es una oportunidad para los jóvenes. No hay cambio sin un relevo generacional.