Cada año, los envenenamientos por mordeduras de serpiente afectan a 2,7 millones de personas en el mundo, sobre todo en las regiones tropicales y pobres, según la Organización Mundial de la Salud

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19 de marzo de 2019, 11:02 AM
19 de marzo de 2019, 11:02 AM

Chepchirchir Kiplagat tiene ocho años. Su vida cambió el 15 de junio de 2015, cuando la mordedura de una serpiente venenosa paralizó el lado izquierdo de su cuerpo y mató a su hermana de dos años, que dormía a su lado.

"Era difícil entender qué estaba pasando porque las niñas lloraban", recuerdan su padre Jackson Chepkui, un granjero keniano de 39 años. Después "vimos los dos puntos rojos en la muñeca" de Chepchirchir y "lo entendimos: las había mordido una serpiente", añade en su casa de los alrededores del lago Baringo (centro oeste de Kenia).

Como era de noche tardaron tiempo en encontrar mototaxi. Chepchirchir y su padre llegaron al dispensario de la localidad vecina, Marigat, a la una de la madrugada. Allí el personal decidió reenviar a la niña al hospital de Kabarnet, que no tenía antídoto en reserva y, finalmente, fue hospitalizada en Eldoret, a 90 km de distancia. Estuvo más de dos meses ingresada.

Cada año, los envenenamientos por mordeduras de serpiente afectan a 2,7 millones de personas en el mundo, sobre todo en las regiones tropicales y pobres, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). Entre 81.000 y 138.000 personas mueren y 400.000 supervivientes padecen secuelas permanentes.

"Tanto sufrimiento"

Royjan Taylor escuchó cientos de historias como la de Chepchirchir. Un cúmulo de factores, como ausencia de medidas preventivas (un simple mosquitero palía el problema), la dificultad de acceso a un centro de salud y la falta de antídoto.

Como no es una enfermedad contagiosa, "no siempre se toma en serio, pero vaya usted a cualquier hospital de África y pregunte por las mordeduras de serpientes: las han visto. Lo mismo pasa en India", explica el director del centro Bio-Ken especializado en las serpientes venenosas e instalado en Watamu, en la costa de Kenia.

"Vemos tantas mordeduras de serpientes, tanto sufrimiento, personas que pierden un miembro, una pierna", a gente "con la vida destrozada por la simple razón de haber pisado una serpiente".

Este día, el equipo de Bio-Ken recibe una llamada en la línea telefónica creada para responder a este problema: un habitante del condado vio una serpiente.

Al cabo de unos minutos, Royjan y su colega Boni atrapan cada uno con una pinza un extremo del reptil y lo colocan en una caja. Es una víbora bufadora, la especie que dejó paralítica a Chepchirchir.

"Esta estaba muy escondida", debajo de hojas secas. "Por lo menos aquí no morderá a nadie", afirma Royjan. 

El equipo de Bio-Ken suele recibir cada día una llamada similar. Es el fruto de un largo trabajo de sensibilización que invita a la población a contactar con especialistas en vez de aventurarse a matar al reptil, exponiéndose a peligros innecesarios.

En la costa de Kenia viven algunas de las serpientes venenosas más peligrosas del mundo (mamba negra y verde, cobra escupidora) y como en otras regiones rurales y pobres de América Latina, África o India, estos reptiles plantean un problema de salud pública.

500.000 tratamientos en 2024

Las cosas están cambiando y 2019 podría ser un año importante en la prevención y la atención médica frente a mordeduras de serpientes en países con pocos ingresos.

En 2017 se dio un paso importante cuando, bajo presión de una veintena de países y de organizaciones como Médicos Sin Fronteras (MSF), Health Action International (HAI) o Global Snakebite Initiative, la OMS incluyó las mordeduras de serpientes en la lista de enfermedades tropicales desatendidas.

Y, el 21 de febrero, un grupo de trabajo de especialistas creado por la OMS ideó una estrategia con el objetivo de reducir a la mitad, de aquí a 2030, el número anual de muertes y de discapacidades por mordeduras de este tipo. La hoja de ruta se lanzará oficialmente en mayo.

En su informe el grupo de trabajo de la OMS constata que "como en muchas otras enfermedades de la pobreza, las mordeduras de serpientes no atraen inversiones..." 

"Se debe sobre todo a la demografía de las poblaciones afectadas y a su falta de peso político", añaden.

Para dividir por dos el número anual de víctimas, la OMS quiere que África subsahariana tenga acceso a 500.000 antídotos anuales de aquí a 2024. Y tres millones por año a escala mundial en 2030.

Para ello se propone reestructurar la red de producción de antídotos y mejorar la formación de la población y del personal médico.

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