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4 de agosto de 2019, 4:00 AM
4 de agosto de 2019, 4:00 AM

Si hay un tema sensible para el gobierno es el cuestionamiento de los éxitos económicos y sociales de su gestión. En términos económicos, la narrativa triunfalista está concentrada en dos resultados: el crecimiento de la economía y reducción de la pobreza. En ambos casos, el oficialismo, utiliza indicadores muy básicos y parciales, desde el punto de vista técnico, pero los presenta, en la propaganda política, como grandes cambios en el desarrollo y en el bienestar social. Por ejemplo, el crecimiento del producto interno bruto (PIB) se lo muestra como un indicador de desarrollo económico, social e institucional completo. O la reducción de la pobreza, medida como mejora en los ingresos, se lo presenta como un avance social espectacular. Veamos el caso de la disminución de la pobreza, que ha entrado en polémica la semana que termina, porque un centro de investigación independiente, Cedla, sacó un estudio (Desigualdades y pobreza en Bolivia de Silvia Escóbar, Walter Arteaga y Giovana Hurtado) donde afirma que la pobreza, vista desde una perspectiva multidimensional, no se redujo y más bien creció. Está todavía afecta al 61% de la población a pesar de la bonanza económica.

Según informaciones del Instituto Nacional de Estadísticas (INE), la pobreza extrema pasó de 38,2% (2005) a 15,2% (2018). La pobreza moderada decreció de 60,6% (2005) a 36,4% (2017). Ambos indicadores se miden por ingresos que recibe la población. En el primer caso, se considera pobre, a una persona que vive con menos de 7 Bolivianos al día. Un pobre moderado es quien sobrevive con menos de 14 Bolivianos al día. Estos indicadores son claramente imperfectos y sólo muestran la dimensión monetaria de los problemas sociales que aquejan al país. Más aún esta aproximación supone que para el bienestar de una persona sólo cuenta la dimensión material. El dinero trae la felicidad económica y el que no la consigue, es porque no sabe donde comprarla.

En contraposición a este abordaje materialista, el Cedla propone medir y entender el fenómeno de la pobreza desde diferentes dimensiones. Como por ejemplo: El acceso o no a recursos como tierra, capital y también ingresos. La mejora de las oportunidades en educación y acceso salud de calidad, empleos con seguro de largo plazo, viviendas decentes y un medio ambiente sano. Pero también el ejercicio de derechos sociales y políticos y la expresión libre en los campos de la política, el género, y la identidad tanto religiosa como étnica. Finalmente, está la dimensión de seguridad humana. Una familia pobre está mucho más expuesta a la violencia de todo tipo.

En suma, según el trabajo del Cedla, la pobreza multidimensional es “una condición humana que se origina en el acceso desigual a recursos, a oportunidades a la participación informada, a la seguridad y justicia, entre otras dimensiones que afectan el ejercicio de los derechos fundamentales, tanto individuales como colectivos”. Con esta metodología, muy bien desarrollada en el libro, el Cedla muestra que el 61 % de los integrantes de los hogares en Bolivia pueden ser considerados pobres. Ciertamente, una conclusión que va a contramano de la epopeya revolucionaria de la reducción de la pobreza, que cuenta el gobierno, utilizando datos de ingresos monetarios. ¿Cómo se explica la paradoja: con más plata pero más pobre?

De una manera más sencilla, significa que algunos tienen más dinero en el bolsillo pero deben rezar para no enfermarse porque enfrentarán horas de filas para ser atendidos, y servicios de salud de mala calidad. Vea el caso de los enfermos de cáncer que deben formar sindicatos para que se les respeten sus derechos.

Las familias tendrán algo más de ingresos, pero sus hijos van a escuelas donde la enseñanza es precaria. Algunos jóvenes tendrán trabajo, pero estos son inestables y están sometidos a las crueles leyes del mercado informal. Los abuelos reciben rentas miserables y no tienen quien los cuiden. Las personas puede ser que tenga un poco más de dinero en el bolsillo pero anda con miedo en las calles. La violencia urbana ha aumentado en las grandes ciudades y batimos records en feminicidio.

La reducción de la pobreza medida por ingresos no dice nada de estos dramas sociales y humanos. El índice de pobreza multidimensional, que también pueden tener limitaciones técnicas, arroja mucho más luz en la realidad social de Bolivia para conocerla mejor, y no confundir hechos con propaganda ideológica, pero sobre todo para ayudar a diseñar mejores políticas sociales de lucha contra la pobreza. Un tema aún pendiente en el país.

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