Opinión

cara a cara

13 de noviembre de 2019, 3:00 AM
13 de noviembre de 2019, 3:00 AM

No se fue como llegó. Aquel Evo Morales de los 90, que pedía respeto a los cultivadores de coca, que reclamaba el derecho de inclusión y que ilusionó a más de la mitad de los bolivianos en 2005 ya no habitaba el palacio de Gobierno. Se mudó a la Casa Grande del Pueblo, pero se distanció tanto del pueblo que al final ya no supo leerlo. 

Prometió gobernar escuchando las voces populares, pero terminó dando discursos unilaterales. 

Quizás prevaleció su excesivo afán por retener el poder. Al marcharse, ya no todos los bolivianos valían lo mismo para él. Pesaban más los que tenían alineado su pensamiento para apoyarlo, pero no existían los que le clamaban el respeto al voto y a la democracia. 

Se fue el lunes de Bolivia, se fue como refugiado político. Prometió volver y aún en su despedida siguió sin escuchar ni comprender, insistiendo en un monológo que solo contribuye a la confrontación.

Hay nueva presidenta de Bolivia. A pesar de la maniobra que intentaron los asambleístas del MAS, los parlamentarios de la oposición optaron por quemar etapas para que la sucesión constitucional no sea objetada.

Al no haber quórum, suspendieron las sesiones en Diputados y Senadores. Ante la renuncia de la presidenta de la Cámara Alta, Jeanine Áñez asumió esa función y como tal, aplicó el art. 170 de la CPE que señala que el primer mandatario cesará en sus funciones por ausencia. 

Como Evo Morales ya tiene condición de refugiado político y está fuera del país, la senadora beniana se ha convertido en la primera mandataria del país. El obstáculo que intentó el MAS no impidió que gane la democracia.



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