Opinión

¿Por qué se fue Evo?

19 de noviembre de 2019, 18:25 PM
19 de noviembre de 2019, 18:25 PM

La Paz, Bolivia, 14 noviembre 2019. Una vez más se comprueba que para determinados círculos académicos y mediáticos es difícil aplicar las mismas categorías de análisis para interpretar las crisis sociales y políticas en países regidos por gobiernos considerados conservadores y en países regidos por gobiernos considerados progresistas.

Para el conflicto chileno se califica de protestas justas, para el caso boliviano se quiere insistir en un golpe de estado, aunque no existe una sola característica que permita considerar esa hipótesis.

Es el caso actual circulan muchas informaciones y opiniones sobre la precipitada salida de Evo Morales Ayma de la presidencia del Estado Plurinacional de Bolivia después de 21 días de resistencia civil a un monumental fraude electoral que intentó perpetuarlo en el poder.

Morales, sus colaboradores y un inmenso aparato comunicacional relacionado con el llamado Socialismo Siglo XXI, especialmente desde Argentina, insisten en afirmar que un golpe de estado sacó al expresidente boliviano de la presidencia.

Se contempla la foto final, no el proceso. Al parecer no se toma en cuenta el dato duro más importante, Morales logró habilitar su candidatura sin respetar las reglas del juego electorales y la propia Constitución Política del Estado Plurinacional que él firmó.

Algunos antecedentes históricos

En primer lugar, hay que recordar que, en la difícil construcción de la democracia boliviana, desde 1982 a la fecha, tres presidentes constitucionales renunciaron para facilitar el tránsito a una nueva etapa y para contribuir a la pacificación nacional.

Hernán Siles Zuazo (1982-1985), primer presidente surgido en las urnas después de 18 años de dictaduras militares acortó su mandato por el rechazo popular a las medidas económicas que generaron la más grande inflación de la historia boliviana.

Gonzalo Sánchez de Lozada (2002-2003) envió su renuncia al parlamento después de 17 días de convulsión social en el occidente del país por el aumento a los impuestos, la posible venta de gas a Estados Unidos a través de Chile y la crisis económica.

Carlos Mesa Gisbert (2003-2005), su sucesor constitucional, renunció después de varios días de cerco sindical al parlamento, bloqueos en la zona cocalera y el pedido expreso de Evo Morales para que se dé lugar a nuevas elecciones.

Las personas en línea de sucesión parlamentaria debieron renunciar por la presión de movimientos sociales. Asumió el presidente de la Corte Suprema, Eduardo Rodríguez con la misión de convocar a nuevos comicios en diciembre de 2005.

Era evidente el agotamiento del sistema político tradicional y el Movimiento al Socialismo ganó con amplio margen y con la garantía de una Corte Electoral profesional y transparente.

El paso en falso

En 2016 Morales perdió el referendo convocado por él mismo para modificar la Constitución Política del Estado que no permite la reelección indefinida. Perdió, incluso con el árbitro electoral a su favor.

Pese a sus anuncios públicos de retornar a su cato de coca, desconoció el resultado. Desde ese momento se acentuó su aislamiento en la clase media urbana y entre muchos intelectuales que antes lo habían respaldado.

No era una decisión democrática. Morales perdió la legitimidad que tenía.

La habilitación tramposa para una nueva elección promovió la desconfianza de la ciudadanía en forma creciente.

 También volvió a postularse contra la CPE el vicepresidente Álvaro García Linera, quien también había anunciado dejar su puesto en 2020.

 Las renuncias de importantes vocales del Tribunal Electoral y de más de cien técnicos informáticos y de las áreas legales aumentaron la desconfianza. Demasiados datos acumulados en decenas de informaciones alertaron sobre la manipulación de los resultados electorales.

Al frente de Morales tambaleaba una oposición desorganizada y con débil estructura partidaria. Varias candidaturas anunciaban la dispersión del voto frente a un vigoroso aparato político del MAS respaldado con el dinero y la infraestructura estatal para su campaña.

Arde la Chiquitanía y entrena las protestas

Un suceso inesperado, aunque previsible, cambió el curso del desarrollo de las elecciones bolivianas. Por una parte, el gobierno entregó tierras con vocación forestal a migrantes andinos que debían quemar bosques para intentar sembrar ahí; por otra parte, la intención de enviar toneladas de carne a China motivó a ganaderos ampliar la frontera agrícola.

Este sector empresarial muy próspero, junto con los agroindustriales soyeros, se convirtió en el aliado más firme de Morales en este último periodo.

La quema de pastizales y árboles en la Chiquitanía y en el Chaco, una prolongada sequía y los fuertes vientos del norte provocaron un incendio gigantesco que salió fuera de todo control y consumió 7 millones de hectáreas, sobre todo en el departamento más pujante de Bolivia, Santa Cruz.

Las quejas ciudadanas se convirtieron en grandes movilizaciones en defensa del medio ambiente e incorporaron a activistas de todas las capas sociales, incluso las más indiferentes. Para los cruceños la pérdida de su identidad regional fue un golpe económico y simbólico.

El primer cabildo contra Evo Morales por no declarar desastre nacional mostró la molestia de más de un millón de personas. En La Paz, los pacíficos activistas por la ecología llegaron hasta la casa presidencial con sus reclamos, como no habían podido lograr otras movilizaciones sociales o políticas.

Como una consigna espontánea los votantes decidieron dar su apoyo a Carlos Mesa, el candidato opositor mejor situado en las encuestas para competir con Evo.

El fraude           

Es seguramente el caudal de votos que recogió Mesa y que fue testificado por el control social y por los veedores internacionales el que puso en evidencia fáctica las muchas irregularidades del Tribunal Electoral.

La interrupción del conteo el domingo 20 de octubre precipitó la certeza del fraude, certeza subrayada por la misión de la Organización de Estados Americanos y ratificada con más evidencias por los auditores de la OEA. Su informe divulgado el domingo 10 de noviembre aceleró la caída de Morales.

            Las primeras declaraciones de los responsables de estos presuntos delitos electorales, actualmente detenidos, muestran que las órdenes para modificar la tendencia de los votantes salieron del propio Palacio de Gobierno.

La segunda vuelta a la renuncia

El lunes 21 de octubre, ante la inexplicable interrupción del conteo y con la también inexplicable modificación de la tendencia electoral, plataformas ciudadanas, jóvenes que votaban por primera vez y muchas personas salieron espontáneamente a protestar de forma pacífica.

La bandera boliviana se convirtió en el símbolo de esa resistencia y una consigna que habían elaborado los médicos enfrentados al gobierno: “¿Quién se cansa? ¡Nadie se cansa! ¿Quién se rinde? ¡Nadie se rinde! ¿Evo de nuevo? Huevo, carajo”, coreada con el alegre ritmo del tradicional baile caporal boliviano.

Entre tanto, el Comité Cívico Cruceño, alicaído durante una década, convocó a un paro indefinido departamental. A los pocos días, todos los departamentos se unieron a la medida.

Las protestas fueron pacíficas y los grupos de bloqueadores usaron una pitita delgada y sin pretensiones para expresar su repudio. Alrededor de la “pitita” se sentaban abuelas, madres con hijos, jubilados en sus hamacas.

Un torrente de memes y mensajes de humor usados por los jóvenes ponían el sello moderno y pacífico. A ellos se unieron los artistas, conjuntos y orquestas.

No hubo la lectura oportuna de los asesores de Morales que jugaron al cansancio de la población y a la violencia contra algunos grupos desprotegidos. Los muertos de estos días son por acciones de francotiradores amparados en turbas.

La reacción de la población fue también en escala, desde el pedido a una segunda vuelta prevista en la norma; luego exigió nuevas elecciones con nuevo tribunal electoral, pedido que anunció Morales de forma tardía; hasta la demanda de su renuncia para pacificar el país como sucedió antes.

Los tiempos no ayudaron a la estrategia oficial, más bien le jugaron en contra.

Morales comprendió finalmente que no podía seguir gobernando contra las ciudades y contra los dos departamentos más duros en la protesta, Santa Cruz y Potosí.

 Despedida con violencia

Coherente con el estilo del MAS y con la influencia venezolana, Morales decidió irse sembrando caos y terror. Los violentos dentro del MAS están relacionados con antiguos militantes senderistas, de la guerrilla colombiana y de colectivos venezolanos.

La ciudad más castigada es La Paz. Hordas de pobladores pobres, muchos jóvenes varones, mimetizan a francotiradores y terroristas que han intentado atemorizar a los vecinos.

A pesar de noches muy duras, con el resultado de domicilios incendiados e intentos de tomar gasolineras, la inmediata organización barrial entrenada en los días de paro ha logrado detener a venezolanos, colombianos y otros extranjeros.

Entre ello llamó la atención la presencia de un guerrillero argentino vinculado a las FARC colombianas.

Además de la violencia simbólica, persisten una campaña mundial para victimizar a Morales y culpar a la “derecha fascista” de su salida.

Ni siquiera en los resultados amañados por el tribunal electoral Morales ganó en Bolivia. Los votos que supuestamente le permitieron saltar el 10% llegaron desde Argentina.

Comunidad Ciudadana ganó en el 98 por ciento de los países donde sufragaron bolivianos, pero en Argentina está la mayor colonia boliviana.

Por ello, entre las cuentas pendientes sobre las irregularidades en las elecciones bolivianas la causa abierta en la fiscalía boliviana deberá investigar cómo funcionaron los consulados y la embajada boliviana en Argentina.

En el futuro inmediato, podrían dañarse seriamente las relaciones entre Bolivia y Argentina si aparecen movidas (peor si son oficiales) para desestabilizar la dura reconstrucción de la institucionalidad boliviana.        

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