Opinión

¿Cómo llegamos a la revolución de las pititas?

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21 de noviembre de 2019, 3:00 AM
21 de noviembre de 2019, 3:00 AM

Christian Aramayo


¿Cómo llegamos a la movilización democrática más grande, conciliadora y pacífica en la historia de Bolivia?.

Un ingeniero terminó siendo héroe nacional. Los nuevos héroes del siglo XXI son programadores; la cuarta revolución industrial (que recién empieza) abre la oportunidad para que personajes públicos no puedan mentir con facilidad, pero lo más importante se encuentra en la generación de espacios colaborativos e interactivos (grupos/listas de TikTok, WhatsApp, Twitter, Facebook, Signal, IG, etc.); cada espacio está definido según los intereses de sus miembros y ello, en definitiva, reduce los costos de transmisión de información y fortalece el tejido social.

Por otro lado, el boliviano promedio de hoy es joven y tiene más acceso a educación, tecnología, información y cultura como ninguna otra generación anterior. El bono demográfico, con una importantísima participación de mujeres que luchan desde sus espacios de poder (sin necesidad de cuotas), demostró una vez más, que genera saltos cualitativos en la historia del desarrollo de un país.

¿Por qué la ciudadanía apeló a la fe? Como las instituciones informales supeditan a las formales, el discurso en las calles estuvo aferrado inicialmente en torno a la democracia y la libertad, y posteriormente se tuvo que apelar a la fe por una sencilla razón: en varios momentos la incertidumbre eran tan alta, que no había forma alguna de saber exactamente qué iba a ocurrir al día siguiente, y en ocasiones, ni siquiera a la hora siguiente. El desasosiego fue tan grande, que ni la razón ni la esperanza alcanzaban para continuar luego del segundo o tercer día de paro.

Pero el paro duró 21 días: La fe era la única opción para continuar y alcanzar la libertad sin violencia.

Así fue buena parte de la “Revolución de las pititas” y con ellas (las pititas), se logró unir a millones de bolivianos que clamaban libertad (¡conocimos mejor a nuestros vecinos!), lo que en consecuencia implicó luchar pacíficamente contra un grupo de déspotas y vencerlos sin resentimientos pero con un férreo compromiso con la justicia y la verdad, mirando al porvenir con una sonrisa cargada de fe y amor por nuestra tierra.

“La dignidad no se come, ¡pero con dignidad se vive!”, exclamó un nuevo joven líder de escala nacional. Cuánta razón.

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